Capítulo 79 • Cambiar el destino

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Por la mañana, los primeros rayos de sol se filtran tímidamente por las rendijas de la enfermería

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Por la mañana, los primeros rayos de sol se filtran tímidamente por las rendijas de la enfermería. Judith, aún aturdida pero sintiéndose mejor, abre los ojos. La habitación está sumida en una penumbra suave, y su mirada se posa en la figura de Carl y Diana durmiendo juntos en la cama improvisada.

Con una sonrisa, Judith se incorpora con cuidado. Ver la paz y tranquilidad de su hermano junto Diana alegra su corazón. Observa la forma en que sus manos se entrelazan, como si se aferraran el uno al otro incluso en los sueños. Es un perfecto cuadro de amor y protección en medio de un mundo hostil.

Judith se levanta con cautela, sintiendo un dolor leve en la zona de su herida. Se acerca a la ventana y observa el exterior. Los residentes de Alexandria han despertado, preparándose para otro día de lucha y supervivencia. Los Endlings también están en movimiento, compartiendo historias y estrategias.

La pequeña Judith decide salir de la enfermería, sus pasos son silenciosos mientras cruza la habitación. Afuera, la comunidad comienza a moverse, preparándose para aquel nuevo día.

No pasa mucho tiempo antes de que la pareja despierte. Diana y Carl se miran con tiernas sonrisas, compartiendo la felicidad que sienten al estar juntos. La chica misteriosa acaricia suavemente la mejilla del chico del sombrero.

Él le susurra al oído:— Buenos días, mi amor.

— Buenos días, Carl. Gracias por estar aquí —le responde Diana con un beso tierno en los labios.

Aquel silencio entre ambos habla más que las palabras, y se sienten agradecidos por tenerse el uno al otro en este mundo incierto.

Pero entonces, la preocupación se cierne sobre ellos. ¿Los demás habrán regresado de la batalla en la República Cívica? La incertidumbre pesa en el aire. Diana mira hacia la ventana, esperando ver señales de movimiento afuera.

El chico del sombrero la abraza con más fuerza, como si quisiera protegerla de cualquier noticia desagradable. Sabe que solo queda esperar, y la espera es una tortura en sí misma. Los minutos se estiran como horas, y cada sonido fuera de la enfermería hace que sus corazones se aceleren.

Antes de que se preocuparan por la ausencia de Judith, ella llega trayendo frutillas en un envase junto a RJ, quien trae una botella de agua. Los niños entran con una energía que parece inquebrantable, como si su juventud fuera un escudo contra el mundo cruel que los rodea.

— ¡Buenos días! —saluda Judith.

— ¿Cómo están? ¿Aún te sientes mal, Di? ¿Estás enferma? ¿Qué tienes? ¿Puedo ayudar? —le pregunta RJ.

Diana sonríe con gratitud ante la preocupación de los niños. Se siente afortunada de tenerlos cerca, de que se preocupen por ella como parte de la familia.

— Ya me siento bien. Gracias, RJ —dijo Diana, tomando la botella de agua que le ofrece el hombrecito valiente.

— Le preguntamos a Siddiq que podíamos hacer para que te sintieras mejor. Dijo que necesitas Vitamina C y te traje muchas fresas —explica Judith.

El Chico del Sombrero • Carl GrimesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora