Capítulo 31. The dream is over; un peligro se cierne.

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-¿Te vienes a dar una vuelta en moto?

Sara levantó la vista del libro. Estaban en casa del padre de Paul, pasando la Navidad. Era un sitio muy tranquilo y apartado, y Sara se relajaba mucho. Charlaba con Angie, jugaba con Ruth, paseaba, leía… Pero Paul se aburría mortalmente. Para un chico como él, estar mucho tiempo “sin hacer nada” suponía un suplicio.

-¿Qué moto? –preguntó ella.

-La de Tara. Me la ha prestado.

Sara dudó, pero la imagen de volar en moto abrazada a Paul la tentaba demasiado. Salieron de la finca en la flamante motocicleta de Tara Browne. Paul bajó un momento para cerrar la verja del jardín. Sara aprovechó para acomodarse la cazadora por detrás, y vio un coche negro parado tras unos árboles. Era extraño, por allí no vivía nadie más.

-¿De quién es ese coche? –preguntó a Paul cuando este volvió.

Él ni se giró hacia donde decía ella, montó en la moto y la arrancó, estaba deseando probarla.

-¡Vas muy rápido! –gritó Sara.

-¡No pasa nada! –contestó Paul también a gritos.

Volaban por la pequeña carretera. Sara notaba el viento azotándole en la cara con fuerza. Se cogió aún más fuerte de la cintura de Paul y pensó que aquella era una sensación magnífica. De repente oyeron un ruido, un motor muy cercano. Paul miró por el retrovisor. Un coche negro circulaba casi pegado a ellos, peligrosamente cerca.

Trató de echarse a un lado para dejarle pasar, aunque tenía sitio de sobra. El coche no les adelantó, se acercaba más y más. Sara sentía ya el calor del motor detrás. Paul intentó acelerar más, pero la motocicleta no daba más de sí. Intentó una maniobra para apartarse del camino del coche.

Salió mal, la moto empezó a trastabillar, Paul no la podía manejar. Antes de golpear contra la valla de la carretera y salir volando, Sara tuvo tiempo de volverse y mirar hacia el parabrisas del coche; no pudo ver al conductor pero, colgando del retrovisor, había un emblema de Canadá.

-¡Paul! ¡Paul! –Sara se acercó a su novio, que yacía en el suelo a unos pocos metros.

Paul se incorporó. Tenía un tremendo corte en el labio, que sangraba profusamente, y varios arañazos y magulladuras por toda la cara. Además, se había roto un diente.

-¿Estás bien? –dijo ella asustada.

-Sí –dijo él tocándose el labio -¿y tú?

-Creo que sí –le dolía la pierna y se la miró –tenía el vaquero roto y unos arañazos. Pero no parecía tener ninguna herida más.

-Joder, menos mal que hemos caído en estos matorrales, casi nos matamos –dijo él yendo hacia la moto -¿quién coño era ese loco? Hijo de puta, ha venido a por nosotros -luego observó la motocicleta –mierda, tendré que pagársela a Tara.

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora