Operación "Línea de Tiempo"

Capítulo 28. ¿Anita o tú?

Tras salir de casa de Anita vagué durante un rato por las calles de Liverpool, hasta que decidí ir al Cavern Club. Estaba cerrado, pero dentro se veía a  alguien. Llamé a la puerta. Me abrió un hombre vestido con traje de trabajo.

 

-¿Otra fan de los Beatles?

 

-Sí -contesté -¿me deja entrar a echar un vistazo? 

 

-Yo sólo soy el que limpia, entre un momento si quiere, ¡pero no toque nada!

 

Bajé las escaleras y caminé hacia el escenario. Recordé las fotos que había visto de los chicos tocando allí, y de repente me pareció como si los viera, enormes ahí arriba, rodeados de chicas enloquecidas. Creí ver a Anita entre el público.

 

Salí de allí y caminé calle abajo, caminé, caminé… no sé cuánto rato, hasta que llegué al mar. Allí me senté, escuchando el sonido de las olas y pensando qué hacer, si decirle o no la verdad a Paul. Si podría olvidar todo esto y pasar página.

 

De pronto me di cuenta de que eran ya casi las cinco, no había comido nada desde que salí de Londres por la mañana, y todavía me quedaban cuatro horas hasta llegar a casa. Me sentía agotada. Volví sobre mis pasos y encontré un pequeño restaurante. Era ya muy tarde, pero conseguí que me sirvieran una ensalada, que traté de comer como pude. Luego regresé hasta el coche e inicié el camino de vuelta.

 

No recuerdo nada del viaje, sólo que en algún momento sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas y no podía ver bien la carretera. Cuando llegué a casa pasaban de las diez. Vi la luz en la ventana, Paul ya había llegado, tenía llaves desde hacía días.

 

Lo encontré de pie en el pasillo, con expresión preocupada:

 

-¿Dónde has estado todo el día? Te he llamado muchas veces.

 

Traté de evadir la respuesta.

 

-¿Para qué?

 

-Tuvimos problemas con el amplificador de John, James no acertaba  a averiguar qué era porque era algo que habías colocado tú. ¿Dónde has estado? ¿Y por qué has cogido el coche?

 

Aquella insistencia me molestó. Su tono no era de enfado, pero me sentí controlada. Por supuesto, si no hubiera tenido nada que ocultar, no habría habido ningún problema.

 

No sabía qué hacer, dudé unos segundos, él me miraba con la expresión cada vez más consternada. Me conocía bien, e intuía que había pasado algo. Yo sabía que no tenía escapatoria. Si hubiera llegado antes que él, si me hubiese dado tiempo a recuperarme… Pero me había pillado por sorpresa.

 

-He estado en Liverpool.

 

-¿En Liverpool? ¿Para qué has ido?

 

-Fui a ver a Anita Cochrane.