Capítulo 55. Una trampa.

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Unos días después llegaron a casa Paul y Brian. Cuando Sara bajó a saludarles notó en ellos una extraña expresión.


-Sara -dijo Paul -Brian quiere hablar contigo.


Se sentaron. Brian carraspeó y comenzó a hablar.


-Lo sé todo. Sé de dónde vienes y lo que viniste a hacer.


Sara abrió los ojos como platos y miró a Paul. Este parecía tranquilo.


-¿Qué? ¿Cómo? -preguntó ella nerviosa.


-No soy estúpido, Sara. Llevo contigo mucho tiempo. He atado cabos. Y Paul me lo ha confirmado. Pero no es esa la cuestión que... eh... quería comentarte.


Sara estaba intrigadísima y algo asustada. ¿Qué querría Brian de ella? Brian, que tanto reparo había tenido siempre hacia ella, y que ahora disponía de aquella información tan importante...


-Verás, Paul me dijo que viniste por algún tipo de túnel, o algo así, una puerta que posiblemente esté abierta hasta que se vuelva a utilizar de vuelta.


Sara asintió. Brian respiró y continuó hablando:


-Y que tú no la quieres usar, que has decidido quedarte aquí para siempre. ¿Es así?


-Sí, así es.


-Verás, Sara, me gustaría viajar por ella. ¿Crees que podría ser?


Sara se quedó estupefacta.


-¿Quieres irte al futuro?


-Sí.


-¿Para qué?


-Según me ha contado Paul, allí las cosas son distintas, ya sabes, para la gente como yo, para un hombre... como yo.


Sara entendió perfectamente lo que quería decir Brian. Aún así, le costaba asimilarlo.


-Pero, ¿y tu trabajo aquí? Los Beatles son tu vida. ¿Y tus amigos, la gente que conoces?


-Los Beatles seguirán su camino sin mí, y en cuanto al resto, no me importa, yo lo que quiero es ser feliz, ser como soy, saber lo que se siente al caminar por la calle con la cabeza bien alta sin tener que ocultar nada. Lo he decidido, Sara. ¿Me ayudarás?



Brian caminó dubitativo por el túnel. Allá, al fondo, le esperaba un haz de luz cegadora. Justo antes de cruzar el arco se volvió y nos miró. Parecía asustado. Yo le hice una señal de asentimiento con la cabeza, para darle ánimos. Alzó la mano lentamente, despidiéndose, y luego desapareció, dejando tras de sí la oscuridad.


-Suerte, Brian -susurré.



Era el día 8 noviembre, lo recordaré siempre. Empezaba ya a hacer algo de frío y me acurruqué bajo mi abrigo mientras iba hacia el coche. Acababa de salir de la consulta del doctor Simmons, que me confirmó que, de momento, todo estaba bien. En aquel tiempo, por supuesto, no había ecógrafos ni maquinaria para escuchar los latidos del corazón del bebé, pero él me aseguró que, con su fonendoscopio, los había oído perfectamente. Me sentía feliz.

Sonaba el teléfono cuando abrí la puerta de casa, corrí a cogerlo y contesté. Al otro lado sonó una voz masculina.

-¿Señorita Sara?


-Sí, soy yo.

-Eh, verá -la voz parecía nerviosa y dubitativa -le llamo de parte del señor eh... Warran, digo, Warren.

-Warren -repetí, frunciendo el ceño. -Sí, tengo una entrevista concertada con él para mañana.


-Sí, de eso se trata, verá, yo soy su asistente. El señor Warren no podrá acudir mañana, y se pregunta si podría ir usted hoy a su casa de campo, en Dartford.

-¿Dartford? -pregunté extrañada. El señor Warren era el director de una sucursal bancaria al que tenía que entrevistar para un artículo que estaba preparando. Había llamado a su oficina y su secretaria, una señora muy amable, había concertado la cita en su despacho. No sabía nada de que tuviera un asistente personal y, desde luego, mucho menos que tuviera una casa en Dartford.

Sin embargo en aquel momento no tenía motivos para sospechar. Me había acostumbrado a que en esa época todo el mundo era mucho más confiable que en el futuro. Fue un error, pero acepté el cambio de planes.

Serían las seis y media de la tarde cuando llegaba a la ciudad de Dartford. Ya empezaba a oscurecer un poco. Según las indicaciones del asistente, debía cruzar la vía urbana y seguir el curso del río hacia su desembocadura, hasta que viera un camino y la casa en cuestión.


Seguí las instrucciones y me metí en una especie de camino rural, rodeado de árboles. No muy lejos el Támesis corría furioso hacia el mar, rodeado de acantilados. Era un paisaje muy bonito. Finalmente, el camino se volvió intransitable para ir en coche. Me pareció muy extraño. Quizá había otro camino para llegar y el asistente me había indicado el difícil. Vi como continuaba a través de un pequeño bosque y luego giraba a la izquierda.


Decidí bajar y seguir andando, por si la casa se encontraba a la vuelta. No pensaba buscar más de diez minutos, estaba empezando a hacerse de noche y hacía frío. Pensé que, si no lo encontraba, siempre podría volver a Dartford y llamar por teléfono desde allí a la oficina del señor Warren.



Sara avanzó por el camino. En seguida se dio cuenta de que se estaba acercando al río, ya que comenzó a oírse el murmullo del agua corriendo. A parte de eso había un silencio sepulcral. Unas rocas enormes salían a ambos lados, entre los árboles, debido a la naturaleza del terreno, próxima al acantilado. El camino giraba más adelante. Sara apretó el paso pensando que allí se abriría y podría ver la casa, pero al dar la vuelta a una gran piedra no vio más que el camino que continuaba. Suspiró. O el supuesto asistente del señor Warren se había equivocado o le habían gastado una broma. Se dio la vuelta y volvió sobre sus pasos.


De repente, alguien la agarró por detrás con fuerza y la arrastró hacia los árboles. Sara gritó, pero allí no había nadie que pudiera oírla. Una voz le susurró al oído, una voz que reconoció en seguida:


-Hola, preciosa.


Era William.

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora