Capítulo 54. Déjalo estar.

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Paul ya no estaba en casa, Alfred me dijo que acababa de salir. Suspiré aliviada. Al menos me daría tiempo a descansar y asimilar todo lo que había pasado la noche anterior.

 

John… La imagen de sus ojos apareció en mi mente y un escalofrío recorrió mi espalda.

 

Me dí un baño y me cambié de ropa. No me sentía con ganas de desayunar. Después de llevar ausentes varias semanas, las náuseas habían decidido volver aquel día.

 

Al cabo de una hora llegó Paul. Le oí cerrar la puerta y dejar las llaves en el aparador. Entró despacio en el salón y me encontró allí, tumbada en el sofá.

-¿Dónde has pasado la noche?

 

-En un hotel –dije rápidamente. Ya tenía preparada esa respuesta desde hacía rato, pero aún así no pude mirarle a los ojos mientras lo decía.

 

Él no respondió. Subió las escaleras, cogió algunas cosas y salió otra vez de casa.

 

Aquella mañana me las arreglé para no ir a la editorial, justificando mi ausencia por motivos del embarazo y asegurando que trabajaría en casa. No me apetecía que me vieran la cara roja e hinchada.

Pero por la tarde habíamos quedado con Tara y algunos amigos más de Paul, y este quería que fuera a toda costa.

 

-Tienes que venir, hace tiempo que organizamos esta reunión –dijo él mientras se vestía.

 

Resignada, fui a vestirme también. Entré al baño a por la colonia y él me miró a través del espejo mientras se peinaba.

 

-Maquíllate, por favor, no quiero que te vean así –dijo.

Yo le miré con soberbia.

 

-Que lo vean, si te avergüenza lo que has hecho, es tu problema.

 

Él se volvió y me miró a los ojos con tristeza.

 

-Sí, me avergüenzo; pero no es por eso, es porque no quiero tener que explicarles por qué lo hice, las cosas que me dijiste. Eres muy lista, Sara, y sabes cómo hacer daño. Confié en ti aquella tarde, te conté cómo me sentía por la muerte de mi madre, y tú ayer te aprovechaste de todo eso. Esa mejilla estará bien mañana, pero tus palabras se quedarán en mi mente mucho más tiempo. Lo que hice estuvo fatal, y lo siento. Pero hay cosas peores.

No pude soportar escuchar eso, sobre todo sabiendo lo que había hecho la noche anterior.

 

-Tienes razón –dije bajando la cabeza.

 

 

Durante días apenas nos dirigimos la palabra. Paul ya no parecía tan enfadado, pero yo estaba muy dolida por lo que había hecho. No, no iba de víctima, como él sugería, sabía perfectamente que me había pasado de la raya. Que mis palabras le habían herido profundamente. Él jamás me había insultado ni había utilizado mi pasado para hacerme daño.

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora