Capítulo 43. En la consulta del doctor.

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El doctor Simmons era un hombre de unos cincuenta años, moreno aunque ya algo canoso, muy alto y delgado. Cuando Sara y Paul entraron, se levantó y le dio la mano a este efusivamente.

-¡Paul, muchacho! ¿Cómo estás? ¡Qué alegría verte! Te veo cambiado, más maduro. Claro, hace tiempo que no te veía.

-Sí –contestó Paul, – y menos mal.

-¡No seré yo quien lo lamente!

Ambos se rieron.

-“Humor inglés” –pensó Sara suspirando.

-Le presento a mi novia, Sara.

Sara y el doctor se dieron la mano.

-Es un placer –dijo él –sentaos, por favor. Y dime, Paul, ¿cómo está tu padre?

-Bien, bien, ya sabe: cuidando de su jardín y de su caballo, y experimentando en la cocina.

El doctor Simmons rió.

-Sí, no cambiará nunca. De hecho, ese viejo rufián me debe una cena. Pero dejemos esto para luego –se volvió hacia Sara –según me ha dicho Paul, llevas unos días encontrándote mal.

Sara se sonrojó un poco. Aquella relación del doctor Simmons con Paul, esa consulta tan hogareña y atípica… Era la primera vez que iba al médico desde que estaba allí, y se le antojaba muy diferente a lo que ella estaba acostumbrada.

-Sí –dijo mientras jugaba nerviosa con los botones de su falda –he sentido mareos en varias ocasiones, un día me desmayé. Y también tengo náuseas a veces. Y estoy cansada, muy cansada. Pero es normal, llevo… llevamos casi dos meses de gira, trabajo con el grupo durante horas y horas. Yo lo achaco a que estoy extenuada, no creo que tenga importancia.

-Entiendo –dijo el médico pensativo –pasa por aquí, por favor, te examinaré.

El doctor Simmons la llevó hasta una camilla y le indicó que se tumbara. Sara se sintió aún más incómoda. Paul observaba con toda naturalidad. Allí no había ni cortinas, ni enfermera, todo era como “de andar por casa”. Nada parecido a los fríos y blancos hospitales del futuro.

El doctor le tomó el pulso con la mano, tocó su frente y le pidió que se levantara la blusa. Primero la auscultó, y luego comenzó a tocarle el vientre. Sara ahogó una risita, le hacía cosquillas. Él sonrió ligeramente:

-En seguida terminamos. ¿Tengo las manos frías?

-No, no se preocupe –dijo ella.

-Bien, ya está –dijo el doctor –estoy convencido de que no se trata de nada grave. Te voy a hacer un análisis de sangre.

-¿Un análisis?  -preguntó Sara.

-Sí, no te preocupes. En seguida pasará Betty para tomarte la muestra. No te levantes, podrías marearte.

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora