Capítulo 88. Lo que de verdad importa.

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Sara y Cyn tomaban un refresco en la terraza mientras veían a Julian jugar con la arena.


 -Cómo me gusta teneros aquí. Julian es un cielo.

-Y él te adora. Tienes muy buena mano con los niños, tu hijo va a tener una madre estupenda.

-Me pregunto si también tendrá un padre estupendo –respondió Sara con la vista perdida en el mar.

Cynthia se la quedó mirando. Era la primera vez que tocaban ese tema desde que estaban allí.

-¿Aún no lo tienes claro?

-Pensaba que el amor era otra cosa. Que cuando estás enamorada de alguien es imposible que puedas sentirte atraída por otro. Pero en mi caso no es así. Y eso me lleva a pensar que en realidad no estoy enamorada de Paul.

-¿Sabes? Cuando éramos muy jóvenes me sentí atraída por Stu alguna vez.

-¿En serio? –dijo Sara sorprendida.

-Sí. Era un chico bohemio, distinto, un artista, con mucha sensibilidad. ¿Cómo estar ante un hombre así y no dejarte arrastrar por los sentimientos? No se puede evitar.

-Ya -dijo Sara, –lo comprendo muy bien.

-Hubo momentos, cuando John se portaba mal conmigo, en los que si Stu me hubiera dicho algo me habría ido con él. Y habría sido un gran error, porque el hombre de mi vida siempre fue John. Amaba a ese hombre. Y aún lo amo.

-Pero, ¿y si te hubieras enrollado con Stu? ¿No habría cambiado eso las cosas?

Cyn suspiró.

-No.

Guardaron silencio durante unos minutos.

-Mi madre me dijo una vez –dijo Cyn –que en esta vida hay pocas cosas que importan. El sexo, las fiestas, la fama, incluso el dinero, no importan nada. Lo único importante es encontrar un compañero, alguien que sepas que estará allí por ti siempre, pase lo que pase. Y envejecer con él.


Mañana volvemos a Londres. Me falta una semana para salir de cuentas. Cyn se va a quedar conmigo en casa estos días, para acompañarme. Ha sido un alivio tenerla aquí.


-Cyn...

Cynthia abrió los ojos y se los frotó. Se incorporó en la cama.

-¿Qué pasa?

-Me duele mucho. Llevo así ya un rato.

-Estás de parto –dijo ella levantándose apresuradamente.


Paul entró despacio en la habitación. Saludó a Cynthia y se acercó a Sara, recostada en la cama con el bebé entre sus brazos.

-¿Cómo estás?

-Bien, aunque muy cansada.

Paul miró al bebé. Estaba dormido y apenas podía verlo, envuelto en una manta y con un gorrito en la cabeza.

-Es un niño –dijo Sara -¿quieres cogerlo?

Él dudó, pero ella se incorporó y se lo tendió muy despacio.

-Cuidado con la cabeza -susurró.

-Qué pequeñito -dijo él mirándolo con ternura.

-Bueno, ahora sí lo parece, pero hace un rato... -respondió ella guiñando el ojo.

Paul rió ligeramente.

Un médico entró en la habitación. Sara se puso seria y miró a Paul.

-Señor McCartney, le tomaremos la muestra ahora, si está dispuesto.

Él asintió con la cabeza y le devolvió el bebé a Sara, que se quedó mirando la puerta durante un buen rato después de que salieran. Cyn la cogió de la mano y se la apretó.


Al día siguiente Paul entró en el despacho del médico. Esperó pacientemente mientras este sacaba el resultado del análisis y lo consultaba.


-Sigo sin verte así, se me hace rarísimo –dijo Ringo riendo.

-Pues yo creo que le queda muy bien –dijo Pattie y añadió, con un punto de tristeza –me das mucha envidia, Sara.

Esta miró a George, cuya expresión se había vuelto sombría. Él ya sabía que nunca iban a tener hijos, Sara se lo había contado. Pero estaba dispuesto a seguir con ella a pesar de todo.

En ese momento entró Paul. George, Ringo y Pattie se levantaron y salieron. Él se sentó junto a ella y miró al niño.

-¿Has pensado qué nombre ponerle? –preguntó.

-No.

-¿Puedo sugerir uno?

-Claro –dijo ella.

-James. James McCartney.

Se miraron a los ojos durante unos segundos.

-Sara, ya te dije que me daba igual.

-Lo sé. ¿Has llamado a John?

-Sí, pero no me coge el teléfono, lleva unos días desaparecido. Le dejé un mensaje ayer, diciéndole que habías dado a luz. Supongo que no lo ha escuchado.

Ella meneó la cabeza con pena.

-Sé que es pronto –dijo Paul -y lo entiendo. No voy a presionarte. Sólo quería decirte que...

-No, Paul.

-Déjame acabar, por favor. Después de esto ya no diré nada más. Sé que he cometido errores, que soy posesivo y celoso. Que a veces me comporto como un engreído y un egoísta. No puedo prometerte que cambiaré.

Hizo una pausa. Respiró hondo y continuó.

-Sé que el camino es oscuro, y que tiene una línea muy, muy fina, de manera que es fácil perder el rumbo. Pero quiero que sepas que estoy dispuesto a andarlo siempre que haga falta, contigo.

Una lágrima corrió por la mejilla de Sara. Se acercó a él lentamente y le besó. Se besaron durante unos segundos, hasta que el bebé se despertó y se removió, inquieto.

-Hola, Jim, soy papá –dijo Paul cogiéndole la manita. Luego se volvió hacia Sara -¿cuándo crees que podré empezar a enseñarle a tocar la guitarra?

Sara rió. De repente, se puso muy seria.

-Paulie, ¿has avisado a tu padre?

-Oh, mierda -dijo él, y salió a toda prisa de la habitación.

Entraron George y Ringo.

-¿Qué ha pasado? –preguntó George.

-Paul se va a llevar una buena bronca –dijo ella riendo.

-Bueno, pero -dijo Ringo -¿cuál es el veredicto? ¿De quién es el niño?

-Es de Paul -respondió Sara.

Los dos amigos se miraron de reojo.

-¡No! –gritó Sara.

-¿Qué? –preguntó Ringo.

-¡No, no me lo digáis! ¡No me digáis que habíais apostado!

-¿Pero qué dices? –protestó George -¿quién te crees que somos?

Unos minutos más tarde volvió Paul, justo cuando Ringo y George salían.

-Enhorabuena, tío –le dijo George dándole un abrazo.

-Gracias –respondió Paul devolviéndole el gesto –nos vemos en unos días en el estudio.

Cuando la puerta se cerró, George alargó el brazo hacia Ringo con la mano abierta hacia arriba, mientras este sacaba la cartera.

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora