Capítulo 40. Concierto en el Budokan.

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Tal y como prometí, seguí apoyando en todo lo relacionado con los preparativos de los conciertos. En principio no parecía haber ningún problema, las primeras veces salió todo bien. Pero John no me lo perdonaba. Apenas me dirigía la palabra y, si lo hacía, era para ser cruel y sarcástico. Yo trataba de no hacer caso, pero cada vez tenía menos paciencia.

 

30 de Junio, llegamos a Japón. Los chicos iban a tocar en el Budokan de Tokio. Justo antes del concierto me pasé por el escenario. Hasta ahora lo habían hecho muy bien sin mí, y en aquella ocasión decidí dejarlos de nuevo. Aún así, me aseguré de que las conexiones y los transformadores estaban bien. Todo parecía correcto. Luego fui al backstage.

 

Allí estaban, preparándose para salir. Paul dio un silbido al verme.

 

-Estás impresionante –dijo.

 

Los otros se volvieron a mirarme. Aquella noche llevaba un quimono azul, regalo de una admiradora que trabajaba en el hotel. La verdad es que quedaba muy original, a pesar de que había tenido que combinarlo con unas sandalias al estilo occidental. Los típicos zuecos japoneses no eran muy adecuados para alguien como yo, incapaz de dar dos pasos sin tropezar. También me había peinado con un moño de geisha.

 

A Cynthia también le había gustado el conjunto, aunque había comentado que le parecía demasiado ajustado. Era cierto. Quizá la talla no era la adecuada, marcaba demasiado mis formas pero, ¿cuántas veces iba a poder ir vestida con un quimono en Japón? 

 

John me miró un segundo y luego siguió arreglándose la chaqueta frente al espejo.

-Oye, pero las geishas, ¿no son putas? –dijo.

 

Ninguno se extrañó de aquello, era la típica broma de John. Si acaso Paul lo miró durante unos segundos como diciendo: “cuidado”. Cuando sí se sorprendieron fue cuando hablé yo:

 

-No sé, tu madre no era japonesa, ¿no?

 

Sé que me pasé. Lo supe en cuanto vi su expresión y la de los demás. Aquella alusión a la madre de John era demasiado. Nadie hablaba de la madre de John, y mucho menos la insultaba. Pero no podía más.

 

Tuve miedo durante unos segundos, pero traté de mantener la compostura hasta que llegara el estallido. Para mi enorme sorpresa, sonrió y habló afablemente.

 

-Vale, vale, perdona. Me he pasado. Escucha, luego te invito a un sake. ¿Se llama sake, no? ¿No decías que te apetecía probarlo?

 

-Sí -dije asombrada. Él continuó:

-Pues venga, después nos emborrachamos a base de sake, mano a mano. Y así hacemos las paces. Así no se puede estar, es una mierda.

 

Aquello me tranquilizó un poco, pero seguía desconfiando, lo conocía ya muy bien.

 

Cuando Ringo, John y George salieron, Paul me cogió de la cintura y me apretó contra él:

 

-Estás buenísima así, me da mucho morbo -y me besó. En ese momento, se asomó John por la puerta.

-Córtate un poco tío. Vas a perder la concentración. Además, no queda muy bien salir al escenario empalmado. Ya cansáis un poco, estáis siempre así.

 

-Mira quién fue a hablar –dijo Paul soltándome –tú que te llevabas a la pobre Cyn a los lugares más raros para…

 

-Vale, os dejo –interrumpió él enfadado –pero que no se te olvide subirte la bragueta.

 

-Nos vamos ya, John –intervine con voz cansada.

Les acompañé hasta las escaleras que subían al escenario. El presentador ya estaba hablando. Justo antes de subir, Paul me susurró:

 

-La segunda canción es para ti.

 

Pattie, Cynthia y yo estábamos sentadas en la tribuna, en el lateral izquierdo del escenario. Los gritos en Japón no eran tan exagerados como en otros sitios, en aquel país no daban tanta rienda suelta a la pasión. O tal vez esos policías tan simpáticos que se dejaban ver en las alturas con sus pistolas en la mano disuadían a los fans de pasarse de la raya. Pensé que, en cualquier caso, eso nos beneficiaría, el sonido sería estupendo.

Pero en cuanto comenzó la primera canción supe que aquello no iba bien.

 

-¡Oh, no! –exclamé. -¡Ese micro se está moviendo!

 

Cynthia se volvió hacia mí:

 

-¿Qué?

 

-Los micros, no están bien, no están bien colocados, ¡se mueven! –dije yo llevándome las manos a la cara. Aquello era horrible, y no habría ningún intermedio, ya no tenía remedio.

John cada vez tenía que girarse  más sobre sí mismo para poder cantar. Llegó un momento en que tuvo que ponerse casi de perfil.

 

La segunda canción era She’s a Woman. Recordé la primera vez que la había oído, y lo que había dicho Paul al respecto de ella. Ahora me la estaba dedicando. Para mí tuvo un significado muy especial. Sin embargo no pude dejar de ver cómo, de vez en cuando, Paul tenía que dejar de tocar para volver el micro a su posición original.

 

Al presentar la siguiente canción Paul trató de sujetarlo bien al soporte, ocasionando un tremendo ruido. En ese momento John se volvió hacia mí. Pero en lugar de mostrarse enfadado, como yo esperaba, se reía. Joder, quizá eso fuera peor.

A Paul en cambio no le hacía tanta gracia. Para él era bastante importante poder cantar a la vez que tocaba. Y teniendo que corregir el micro cada dos por tres no podía. En el siguiente intermedio tuvo que pedir disculpas al público. Aquello era bizarro. Incluso llegó a decir, mirándome directamente: “Nos gustaría cantar otra canción, si podemos”.

 

En Paperback Writer fue el colmo. Paul se enfadó muchísimo. Cogió el micro con mucha rabia, perdiendo el ritmo del bajo. Suspiré y me preparé para la tremenda bronca que recibiría al terminar.

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora