Capítulo 50. Erika Hubbers.

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Durante aquellos días no pude pensar demasiado en William. Llevaba un trajín constante entre ir al hospital, atender a las visitas, contarles a todos la misma versión de la historia que le había contado a Smith…

 

Todos los días acudía gente trayendo flores. Cynthia y John venían cada mañana. Una de ellas, tomando un refresco en el bar del hospital, le confesé a Cynthia lo de mi embarazo.

 

-Cielo, ya lo sé –dijo ella. –Lo sospeché en el concierto de San Francisco. Yo también tengo un hijo.

 

Yo sonreí sin decir nada.

-¿Estás contenta? 

 

-No lo sé, Cyn, apenas salí del médico que empezó todo este lío. No he tenido tiempo apenas para asimilarlo.

 

-¿Lo sabe Paul?

 

-No, no quiero contárselo aquí, prefiero que esté bien y que estemos juntos, en casa.

 

-Qué mal lo has tenido que pasar -dijo ella dándome un abrazo.

Cinco días después de estar ingresado, Brian recuperó el conocimiento. El doctor nos dijo que se recuperaría. Paul recibiría el alta ese mismo día. Al final todo había acabado bien, excepto por la huida de William. El agente Smith me había dicho que no me preocupara, pues estaban estrechando el cerco para atraparle.

 

Por supuesto dudaba muy mucho de nuestra versión de los hechos, pero nuestra férrea defensa de la misma se mantuvo. Neil fue detenido e interrogado. Pero, para nuestra sorpresa, lo liberaron con cargos. Según dijeron, no tenían pruebas de que él hubiera continuado manteniendo relación con William, ni que hubiera conspirado para llevar a cabo el secuestro en ese momento. Yo me preguntaba cómo se las había arreglado para salir de rositas, tal vez sus conocidos del MI5 le habían echado una mano. Podría haber intentado enseñarles la grabación, pero no sabía cómo explicarles de qué forma la había hecho. Smith ya sospechaba bastante.

Por fin estábamos en casa. Jim y Ángela nos habían acompañado y les invité a una taza de té. Esperé paciente a que se fueran. Después me senté junto a Paul en el sofá. Había demorado tanto este momento que no me salía decírselo de manera natural, estaba bastante asustada. En el fondo, aunque sabía que Paul me quería, temía su reacción.

 

-Paul -empecé –tengo que decirte algo.

 

Él me miró sonriente. 

-¿Qué?

 

-Verás, es sobre la visita al doctor Simmons, no te lo conté todo. El motivo por el que me sentía tan mal, bueno… es que… estoy, estoy… estoy embarazada.

 

A Paul se le borró la sonrisa de la cara. Durante unos segundos que a mí me parecieron horas, no habló ni hizo nada. Sólo me miraba.

 

-¿Qué? –consiguió decir por fin.

-Que estoy embarazada, estoy esperando un hijo tuyo.

 

-¿Seguro que lo estás?

 

-Sí.

 

-Pero tomas la píldora.

-Sí, pero ¿recuerdas el concierto en Tokio? No me la pude tomar y lo hicimos igualmente, aquella noche, y la noche siguiente, y la siguiente.

 

Paul pensó cabizbajo unos segundos, estaba muy serio. Esperé a que lo asimilara. Finalmente, levantó la mirada, su expresión había cambiado.

 

-Es increíble. Vamos a tener un hijo.

 

Y me abrazó. Yo le devolví el gesto, aliviada.

-Tenemos que decírselo a mi padre –dijo Paul -antes de que pase como la otra vez.

Era octubre y me sentía bastante bien. Ya no tenía náuseas ni estaba tan cansada. Paul y yo hacíamos planes sobre el bebé. Los chicos ya preparaban su nuevo álbum, pero yo trataba de ir desmarcándome poco a poco de mi trabajo en el estudio. Sabía que, conforme fuera avanzando el embarazo, me sería cada vez más difícil desempeñar bien mi labor. En esta ocasión nadie puso ningún impedimento. Sin embargo había decidido continuar colaborando en la editorial. Poco a poco iban dándome más libertad para escribir, y me encantaba el trabajo.

 

Aquella mañana estaba en el dormitorio vistiéndome cuando noté que no podía abrocharme bien la falda. Me puse de perfil en el espejo esperando ver una incipiente barriguita. No noté nada, pero estaba claro que me había ensanchado un poco. Sonreí.

 

Sonó el teléfono y bajé a cogerlo. Me habló una voz femenina que no conocía.

 

-Buenos días. Quisiera hablar con el señor McCartney, por favor.

 

-No está en este momento –dije alegremente, –si quiere que le deje algún recado…

 

-¿Es usted su secretaria? –preguntó la voz al otro lado.

 


Me hizo gracia aquello. Sí, en ocasiones hacía las veces de secretaria también. La mujer no me dejó contestar, continuó hablando, parecía nerviosa:

 

-Escuche, soy Erika Hubbers, de Hamburgo. El señor McCartney me envía un cheque todos los meses, pero no he recibido el del mes de septiembre. ¿Usted sabe algo de esto?

Operación "Línea de Tiempo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora