Anor nîn

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A mi padre, sabio calmo y prudente, de mirada brillante y silencio revelador.

Te quiero hasta el infinito.

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La escarcha relucía en el suelo, formando una fina capa de hielo quebradizo sobre la hierba. En los senderos relucían brillantes charcos, congelados muchos de ellos, que reflejaban la luz del sol de invierno brillando intensamente.

Era temprano aún cuando Remdess despertó esa mañana. Junto a ella, rodeándola con un fuerte brazo que hacía de amorosa prisión, dormía profundamente Rissien.

Cuando se enteró de la gravedad de la situación con Ella Laraña y sus vástagos durante la reunión que Legolas convocó noches atrás, Rissien no dudó en unirse a la guardia de Eryn Lasgalen. Y lo primero que hicieron fue acudir al lugar de donde Legolas tenía la corazonada que habían salido las criaturas: la orilla del río en el que estuvieron acechando a Ella Laraña justo el día en que aparecieron. Y allí encontraron huevos sin eclosionar, los cuales destruyeron con fuego. Eran una evidencia clara de que, en efecto, las pequeñas arañas habían nacido fuera de aquellas grutas y que, a pesar de que los elfos las sellaran lo mejor posible para que Ella Laraña no pudiera volver a salir por allí, todo había sido en vano porque los huevos ya estaban fuera.

Ella Laraña se había aventurado, pues, afuera de la seguridad de su gruta para soltar en el bosque los huevos que estaban por eclosionar.

De modo que, viendo el comportamiento de la araña gigante, la mañana que siguió al hallazgo reforzaron la guardia. Y desde entonces Rissien había patrullado el bosque incansablemente. A causa de ello, muy escaso había sido el tiempo que había empleado en dormir.

Desde que él y Remdess regresaron habían pasado ya diez días y esa mañana, al fin, el elfo de Lórien había podido disfrutar de un merecido descanso.

El sigilo con el que Rissien solía adentrarse en la alcoba de ambos era tal que Remdess, que estaba acostumbrada siempre a dormir con un ojo abierto debido a sus quehaceres en la corte de Thranduil, jamás le oía llegar. Y tampoco le oía abandonarla apenas un par de horas más tarde para volver a sus obligaciones.

Esa mañana, la elfa le oyó inspirar profundamente junto a su cabeza, sumido en su sueño, y sonrió al divisar desde el lecho el montón de ropa que había en un rincón del pequeño cuarto, las armas y la capa de su esposo, depositados allá con nulo ceremonial.

Negó con la cabeza y, con cuidado, se escapó del abrazo de Rissien y abandonó la cama. Se vistió con las prendas que tuvo el cuidado de preparar la noche antes, a sabiendas de que por la mañana no convendría hacer ruido, y se sentó ante el pequeño espejo de la pared para cepillarse el largo cabello. El peine hizo un leve ruido cuando, al terminar de usarlo, lo posó sobre la mesa que hacía las veces de tocador y Remm escuchó a Rissien suspirar. Se quedó quieta, temiendo haberle despertado, tan ligero era su dormitar. Pero para su alivio, el elfo extravagante se dio la vuelta y, bocabajo, continuó durmiendo como un bebé.

Observó su musculosa espalda desnuda, subiendo y bajando al ritmo lento de su respiración. Su cabello platinado, más corto de lo normal en los elfos sindar, pero más largo de lo que acostumbró a llevarlo en el pasado, cubría parte de la almohada, y las sábanas amenazaban con destaparle.

Temerosa de interrumpir su descanso, la elfa decidió continuar más tarde con su aseo personal y se levantó del tocador. Con cuidado, se acercó a la cama y le dio un suave beso en la sien al que él no reaccionó en forma alguna y, sonriendo, Remm salió del cuarto para dejarle dormir todo lo que necesitaba.

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⏰ Última actualización: Feb 01, 2022 ⏰

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La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora