El despertar

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Hola a todos!

Espero que no os estéis cansando de estos tres días en Minas Tirith. Es tiempo de Tregua, es tiempo de pensar, de plantearse muchas cosas, de tratar de entender otras. De planear el ataque, de crear estrategias. De tomar decisiones.

Y todo esto es así para todos los personajes. Todos ellos, desde Gandalf, hasta Éowyn, pasando por Gimli, Aragorn, Éomer, Legolas y Érewyn, entre otros, necesitan estos tres días de supuesta paz para plantearse muchas cosas, y también para volver a armarse de valor y fuerza.

Nada más. ¡Espero que lo disfrutéis!

Os dejo con el capítulo 25, "El despertar"

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Aragorn utilizó la hierba Athelas de nuevo aquella tarde. Su dulce y embriagador aroma llegó hasta el último rincón de las Casas de Curación, y todos se sintieron reconfortados.

El montaraz se aseguró, con una dosis doble y una infusión cargada, que la princesa de Rohan despertara del todo aquella vez.

Admiró la belleza de su rostro. Su serenidad imponía respeto aún en sueños y por un momento, Aragorn pensó que Éowyn habría sido una gran Señora de Gondor. Mientras humedecía suavemente el rostro de la muchacha con un paño de lino, pensó lo diferentes que habrían sido las cosas si Éowyn hubiera aparecido en su vida muchos años antes.

Pero ese no era su destino, y el de ella tampoco. Sus vidas eran como dos hilos que se entrecruzan brevemente en un gran tapiz para separarse de nuevo y trazar hermosas figuras por separado.

Los párpados de la muchacha se movieron y Aragorn le hizo señas a Éomer. El rey de Rohan ocupó con presteza el lugar del montaraz por indicaciones suyas, y siguió llamando dulcemente a su hermana, mientras Aragorn abandonaba la estancia en silencio.

— Éowyn... Éowyn...

***

Desde el momento en que abrió los ojos, sus dos hermanos advirtieron que Éowyn no era la misma persona. Tan sólo quedaba una triste sombra de lo que un día fue.

Pese a lograr la victoria, pese a que se la admirara en toda la ciudad, Éowyn se sentía vacía. Únicamente la acompañaba la tristeza que arrastraba desde el Sagrario, aún más profunda ahora. Tras haber participado en la batalla, Éowyn había perdido cualquier motivación para continuar. La lucha y el olor a sangre fresca de los enemigos era lo que le habían mantenido en estado de alerta, hasta aquel momento. Asimilando que todo había acabado, Éowyn se sumía en un estado de suspensión y ausencia del que no podía salir.

Además, el recuerdo de la muerte de su Tío se había sumado a las desdichas que la joven se había visto obligada a vivir y superar en tiempo muy breve. Pero el cansancio y la situación actual habían acabado por vencerla.

Se sentía con fuerzas sólo para empuñar su espada de nuevo, para sentir su peso doblegando a sus enemigos.

Así pensaba, mientras miraba, sin ver, a través de la ventana y su mirada permanecía fija en algún punto allá fuera, respondiendo a las preguntas de sus hermanos apenas con monosílabos.

Éomer se percató muy pronto del mal humor de su hermana y supo que poco podían hacer para cambiarlo. Eran demasiadas cosas las que Éowyn debía asimilar, y era preferible dejarla sola, por el momento.

Érewyn y él se miraron brevemente. El rohirrim se levantó y la más joven, con la preocupación visible en el rostro, clavó sus ojos en los de él con mirada suplicante. Éomer sacudió la cabeza con suavidad y le sonrió.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora