Capítulo 9. Entre Isengard y la Montaña (II)
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Se decía que las cavernas centelleantes eran la obra más maravillosa que la naturaleza había creado, comparable sólo a las grandes moradas de los señores enanos de la antigüedad. Pero toda aquella magnificencia pasaba desapercibida ante los aterrorizados ojos de los refugiados de Cuernavilla.
Érewyn y Éowyn atrancaron la puerta del túnel que llegaba a la fortaleza y se quedaron mirando a la gente a su alrededor. Ancianos, mujeres y niños menores de catorce años. Incluso los adolescentes habían sido convocados para defender el Muro del Bajo. Todo hombre capaz de empuñar una espada estaba en aquel momento apostado en algún lugar de la fortaleza o del muro dispuesto a hacer lo posible para defender Cuernavilla, aunque no supiera luchar.
El silencio reinaba en la cueva, y la tos de algunos niños resonaba en las paredes rocosas. La caverna estaba oscura y húmeda, pero nadie se atrevía a encender un fuego. Confiaban en que las sombras los protegieran si lo peor se presentaba.
Éowyn se sentó en el suelo junto a la puerta y miró a Érewyn.
—Y ahora, ¿qué hacemos? —preguntó la más joven.
—Ahora sólo podemos esperar —respondió Éowyn. Agarró su espada y comenzó a dibujar con el filo marcas en el suelo de piedra.
Érewyn sabía que era inútil intentar conversar ahora con Éowyn. Estaba disgustada por todo lo que había sucedido, por la discusión con su tío. Además estaba segura de que se habría quedado arriba con los hombres defendiendo su pueblo. Ella no hubiera dudado en hacerlo también, pero las órdenes de Théoden habían sido irrevocables y, después de su aventura con el huargo, a Érewyn no le convenía enfadarle más aún.
La muchacha comenzó a caminar distraídamente hacia el interior de la caverna. Si sólo podían esperar, hacerlo allí sentada acabaría con su cordura. No estaba dispuesta a quedarse allí hasta ver quién había del otro lado cuando abrieran la puerta.
En el silencio de las paredes rocosas se escuchó un cuerno.
Érewyn se giró y miró a su hermana quien le devolvía la mirada, alarmada. Si su oído no le fallaba aquello no era un cuerno orco. ¿Amigos? ¿Aliados? ¿Quien había acudido al desesperado intento del Rey de Rohan de proteger a su pueblo?
La joven siguió caminando y se alejó de la entrada, adentrándose en salas y galerías, sin encontrar ni una sola en la que no hubiera alguien oculto. Las paredes pulidas centelleaban por lo que parecían ser vetas de minerales preciosos. A ambos lados de la senda que parecía haber sido tallada expresamente subían blancas columnas que unían techo y suelo, y el sonido del agua daba pistas de que muy cerca fluía uno de los arroyos subterráneos de la Corriente del Bajo. Habría sido para todos una visión maravillosa si no hubieran estado allí ocultos para salvar sus vidas.
No supo cuánto rato caminó ni cuánta distancia la separaba de la entrada de la caverna, y se detuvo cuando divisó un pequeño lago subterráneo de aguas límpidas como el cristal, y unos niños que jugaban cerca de allí. Érewyn se deslizó por el terraplén que bajaba hasta la orilla del lago y se acercó a ellos.
Al acercarse más vio tras unas columnas de mineral un agujero en la pared, no más ancho que un metro cuadrado, que se abría a una pequeña gruta con el tamaño justo para que un niño pasara sin apenas agacharse.
—¡Ha sido tu culpa Balmius! ¡Le has puesto nervioso!
—¡No es verdad! ¡Ya lo estaba antes de que empezáramos a jugar!
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La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)
Fanfiction(Legolas x OC) Todo el mundo tiene derecho a escoger su propio destino. Érewyn es la hermana menor de Éowyn y Éomer, y es un auténtico espíritu de la llanura de Rohan, con muchas ambiciones y un pasado misterioso por descubrir. El azar y la guerra c...