Detrás del miedo (Parte I)

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 .:: Edoras ::.

Una semana y media después de la Fiesta de la Siembra el grupo formado por la comitiva que viajaba a Ithilien se despidió de los habitantes de Edoras tras haber pasado un buen tiempo en la tierra de los señores de los caballos. Los elfos de los bosques del Norte y los rohirrim estrecharon lazos que ni unos ni otros se creían capaces de desarrollar, y muchas amistades que luego duraron décadas dieron inicio durante los días de paz de aquella corta estancia. En Rohan quedaron buenos recuerdos y promesas de volver a verse pronto.

La hospitalidad de la sencilla gente rohirrim caló en lo más profundo de los corazones de los eldar, quienes no habían esperado jamás recibir un trato tan cálido por parte de gente extraña, en tierras desconocidas. Eran distintos, no sólo en cuanto a raza, sino también en carácter, en comportamiento. Los dueños de vidas efímeras poseían el don de abrir sus almas a los demás con una facilidad imposible desde el punto de vista de los elfos. Eso era algo a lo que Legolas se había referido muchas veces: la intensidad con la que sentían el mundo, la vida, cambiaba la percepción de todo cuanto les rodeaba. Y en ese todo resultó que también estaban ellos, unos completos desconocidos a los que habían abierto las puertas de sus casas como si fueran familia.

Y tan estrechas se hicieron las relaciones que, el día de la despedida, a la comitiva de Ithilien le costó un par de horas más de lo previsto abandonar Edoras. Y no sólo los elfos se hacían de rogar al despedirse de "sus" familias humanas, obviamente Érewyn y Legolas tardaron lo indecible en concluir sus respectivos adioses a Éomer y Éowyn. Y también tardó Faramir, cuyo destacamento ponía rumbo a Minas Tirith en compañía de los elfos.

El Príncipe de Ithilien y la Dama Éowyn habían hecho público su próximo enlace, que tendría lugar cuatro meses más tarde, en septiembre, en Minas Tirith. Y Faramir también se había ganado al pueblo rohirrim con su sencillez y su cercanía en aquel corto tiempo.

De modo que, viendo el panorama, Éomer fue quien tuvo que encargarse del inicio de la marcha de todos ellos, prácticamente echándoles de Edoras. Todo amablemente, claro, pero igualmente escoltados por Gamelin y su guardia para evitar que fueran interrumpidos a cada paso. Pero a las puertas de la empalizada la marcha se retrasó de nuevo al detenerse Érewyn delante de cada uno de los antiguos miembros de su guardia personal y dirigirse a ellos como lo que eran ya: sus amigos.

Y el último de todos fue Gamelin. El fiero rohir tuvo auténticos problemas para contener las lágrimas cuando la niña, que ahora era mujer, y a la que había visto crecer junto a Éomer, le abrazó como a un hermano y le dedicó palabras de puro agradecimiento.

—Niña, se os va a hacer de noche aquí en la puerta... —fueron las palabras con las que Gamelin pretendió suavizar la tristeza de su marcha.

—Nunca olvidaré todo lo que hiciste por mí, Gamelin —susurró ella. Sujetó el recio rostro del rohir entre sus pequeñas manos y le miró fijamente—. Siempre estaré en deuda contigo, no lo olvides.

—No me debes nada, Érewyn, no...—la voz se le rompió a mitad de frase y el fiel rohir terminó escondiendo el rostro en los rizos rebeldes de Érewyn.

El metal de las armaduras de ambos entrechocó al separarse, y se sonrieron una última vez antes de que Érewyn volviera a montar en su caballo y volteara para despedirse de todos agitando la mano.

La voz de mando de Legolas resonó sobre las demás al dar la orden de marchar, y el elfo, a lomos de su enorme caballo blanco, galopó con elegancia hacia el grupo que iba a liderar la comitiva durante la primera parte del viaje: elfos guerreros y la mitad del destacamento de Faramir. Y mientras se alejaba, dirigió un gesto de despedida y una sonrisa sincera al pueblo de Edoras que fueron recibidos con un clamor general.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora