Cambio de planes

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..:: Capítulo 45. Cambio de planes ::..

En el pasado, al salir de Edoras en dirección a Gondor, cuan veloz Sombragris era, había calculado que había hollado aquella tierra durante más de tres mil vidas de hombres. Sintió que en aquel momento le iba a faltar tiempo, sintió que iba a llegar demasiado tarde.

No lo hizo, sin embargo, y en parte a su celeridad fue que el reino de Gondor recuperó a su Rey legítimo. Pero en parte también a esa celeridad fue testigo de la separación de una familia a la que había conocido casi desde el día en que arribó a los Puertos Grises.

Triste y desgarradora. Así fue la despedida de Arwen y Elrond, descendientes de Eärendil y Elwing, de Beren y Lúthien. Quizá en su sangre estaba implícita la separación, quizá Eru había dotado a su estirpe, además de la capacidad de obrar actos maravillosos, la fatalidad de la tristeza, la decadencia del destino. Un destino que separa irremediablemente a Elfos y Hombres y, especialmente, a sus ancestros. Y que les dotaba de una férrea fuerza de voluntad.

Lúthien y Beren fueron separados por la muerte que llegó a ambos. Ella cantó ante Mandos, se lamentó por la muerte de Beren y su desvanecimiento de aquel mundo, y rogó por una segunda oportunidad. Conmovió a Mandos y este les concedió la vida de nuevo a ambos, y el don de la mortalidad a Luthien. De esta forma pudieron ser felices hasta su muerte.

Eärendil y Elwing fueron separados de sus hijos y les dieron por muertos durante la guerra de los Silmarils, en la que Elwing se vio obligada a huir hasta la costa, perseguida por los hijos de Feanor, y donde recibió la ayuda de Ulmo, quien la convirtió en un pájaro para que pudiera llegar hasta Eärendil. Pese al dolor de no saber nada de sus amados hijos, llegaron a Aman y lograron que los Valar se apiadaran de ellos e iniciaran la Guerra de la Cólera, tras la cual los dos enamorados pudieron permanecer juntos, pero separados para siempre de sus hijos, ya que se les prohibió regresar a la Tierra Media.

Y ahora, en aquella edad que comenzaba con la derrota de Sauron, Arwen, su descendiente, quien había servido de inspiración y fortaleza para Aragorn, abandonaba el destino de los elfos y se despedía de su familia para permanecer junto a su amado mientras el tiempo de los Hombres se lo permitiera.

El Peregrino Gris cavilaba esta y muchas otras cuestiones mientras sus pasos le llevaban a través del Paso de Rohan, hacia Isengard.

Se sentía anciano sin serlo, ya que, como Maiar, la concepción del paso del tiempo no existía para él. Ser testigo de tantas vidas, de tantas victorias y derrotas le hacían plantearse que quizá, su tiempo en la Tierra Media se había acabado. Puede que se debiera al hecho de haber pasado tanto junto a Elfos y Hombres.

Puede que hubiera llegado el momento de regresar...

Y casi sin darse cuenta, apartó las ramas del último arbusto, y la gran Torre Blanca apareció ante sus ojos, lejos, tras la colina de verde brezo.

Respiró con ademán cansado y se apoyó en su vara, contemplando la paz que reinaba en las inmediaciones de la torre. Sin duda, no habría podido tener un mejor guardián.

Y pensando en Bárbol aceleró el paso, con la cabeza despejada de tribulaciones y la vista fija en el sendero sinuoso que apenas quedaba marcado entre la hierba. Lo siguió, y pronto rebasó la torre, atravesó el campo infame que tiempo atrás fue un bello paraje ajardinado y llegó a las inmediaciones del bosque de Fangorn, cuya linde terminaba abruptamente ahora, tras la tala masiva de árboles por parte de Saruman.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora