Éomer

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La noche en aquel lugar era distinta a la que él estaba acostumbrado. Las paredes de piedra en las que podía recostarse un poco ayudaban a mantenerse fresco, y eso era un alivio. Pero aún así añoraba su hogar. 

El aroma que la brisa transportaba no traía las notas del fresco rocío de la hierba que tras el amanecer mordisquearía, y el silencio de la cuadra donde dormitaba no se rompía con el quejido de la madera por la noche.

Además hacía calor, y lo peor de todo era que su amo no le había ido a ver en mucho tiempo, según su percepción de éste. 

Resopló y los mechones largos y llenos de paja de su frente se arremolinaron. Echó las orejas hacia atrás. Estaba enfadado, tenía las patas inquietas y no podía dormir.

Había visto muchos horrores, y había pasado muchísimas jornadas de largas distancias recorridas, de dura batalla; lances ganados in-extremis en ocasiones, y luego fatiga, y dolor por alguna herida superficial recibida, y tristeza porque tras días tan difíciles siempre faltaba el relincho de un compañero de batallas en la cuadra respondiendo a su llamada. Pero a pesar de todo eso Fauk era feliz porque era un caballo con suerte. La voz de su amo le calmaba cuando estaba nervioso, su presencia hacía galopar de anticipación su corazón y saberle cerca le daba un extra de confianza que nadie más podía otorgarle. ¿Cómo osaban aquellos mequetrefes que veía cepillar a sus demás camaradas intentar colocarle la montura, o las bridas, o revisarle los cascos? No, ninguno de ellos le daba confianza, todos se acercaban a él con temor y así, Fauk no podía permitirles tocarle. 

Resopló de nuevo, apoyó el costado aún más contra la pared, buscando el fresco, y entonces oyó el sonido de la puerta de la cuadra abriéndose, y tras éste, el de unos pasos que reconocía sin fallo.

Fauk se irguió y se acercó a la puerta de su cuadra. Olisqueó sacando el hocico por entre los barrotes y le oyó reír.

Si hubiera sabido sonreír, lo habría hecho, pero en lugar de ello Fauk soltó un buen relincho.

—¡Calla, escandaloso! —le recriminó la adorada y partida voz de su amo. 

Éomer llegó junto a la cuadra de Fauk y acarició su hocico antes de abrir la puerta y entrar. Su fiel caballo estaba lleno de briznas de paja que procedió a retirar una por una, desenredándolas de las hebras de sus crines y su cola, y Fauk piafaba con fuerza, y sus cascos sonaban ensordecedores en el silencio nocturno.

—Estás enfadado, ya lo sé. Y razón no te falta —murmuró Éomer—. Pero no me quedaba más remedio que encargarme de... bueno... —frunció el ceño— De ese asunto. Y también de Éowyn, claro —farfulló. Y chasqueó la lengua.

Lo cierto era que aquel viaje estaba siendo una pesadilla para él. ¿Cómo podía hacerle frente a la realidad que le esperaba de vuelta a casa: soledad y aquella sensación de desarraigo que sabía le iba a asaltar cada noche, en los pasillos de piedra de Meduseld? Había pasado con sus hermanas toda su vida, por lo más sagrado. Separarse de su Érewyn fue muy duro para él hacía ya meses, aunque la presencia de Éowyn en Rohan alivió el trago. Pero ahora, ¿qué lo haría?

Además, la amargura era difícil de sortear cuando debía ocuparse de los asuntos concernientes a sí mismo y su hipotética unión matrimonial con alguna dama. 

Era como si su familia hubiera recibido de una vez el mazazo del paso del tiempo que siempre les había evitado mientras permanecían juntos. La muerte de Théodred, la enfermedad de Théoden, la Guerra del Anillo, todo cuanto había acontecido en sus vidas parecía ahora una profecía de la desolación que iba a aguardarle en el futuro, que ahora ya era presente. Y él no se atrevía a hablarle de aquello a nadie porque dudaba que alguien entendiera que aquel duro guerrero que era el Rey de Rohan se sintiera tan perdido sin su familia. Tan sólo Gamelin comprendía su pensamiento. Pero, pese a sus buenas intenciones, con él no se podía hablar, tan sólo practicar esgrima. Aunque, por suerte, eso le mantenía distraído. Y montar a caballo también.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora