Deudas pendientes

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¡Hola a todos y todas! Os traigo una pequeña actualización. No tenía pensado subirlo aún pero esta parte ya está finalizada y no tiene sentido paralizar el fic hasta tener 30 páginas de Word...

De modo que ¡ahí va! XD

Por cierto, las conversaciones entre elfos están en cursiva ya que, aunque se sobreentiende que hablan en sindarin entre ellos, quería darle un énfasis especial. (De lo que se concluye que yo escribo las notas de autora en sindarin XD... ok ya me voy)

Sin más, os dejo con el capi.

¡Espero que os guste!

***

Observó el tremendo enfado de su hijo y le vio marchar.

Ni siquiera intentó detenerle, sabía que era en vano.

La puerta quedó abierta, pero Tulion se apresuró a cerrarla, como si nada hubiera ocurrido. Thranduil miró a su discreto mayordomo, que regresó a su labor. Y él mismo a la terraza, desde donde las luces de las estrellas eran cada vez más brillantes.

La negrura de la noche estaba pronta a caer del todo y él contempló Valacirca, señalando eternamente el norte.

Ella siempre le recordaba a Ballineth, su amada esposa. Sólo los Valar sabían cuánto la añoraba, y esa añoranza con la que había aprendido a vivir, se estaba convirtiendo en una tortura desde el regreso de Legolas.

¡Si tan sólo Ballineth estuviera con él! Ella habría sabido qué hacer.

Ballineth y Thranduil se encontraron cuando el rey Oropher decidió formar su propio reino más al norte de Lórien, tras algunas desavenencias con Celeborn.

Aún podía recordar con detalle el atardecer en el que la vio por primera vez. Las hojas que caían de los árboles cubrían el suelo con un espeso manto, dorado y marrón, y ella tarareaba una canción mientras bañaba sus pies en la fría agua del estanque. Thranduil se había marchado a inspeccionar la zona, e irrumpió en el bello y recóndito paraje, atraído por el canto de la elfa.

Los ojos de ambos se cruzaron.

Él se acercó, preguntándole su nombre. Ella le miró con insolencia, recogió sus sandalias y se marchó corriendo.

Su recuerdo le castigó días y noches. No la volvió a ver hasta que la colonia de elfos que ya habitaba el Bosque Oscuro decidió seguir a Oropher.

Indómita, inteligente, perspicaz, sagaz, y bella, muy bella.

Y sus ojos. Thranduil aprendió a leer las emociones del rostro de un elfo mirando los ojos de Ballineth. Extraños, de color azul mar, más oscuros de lo normal en un elfo. Profundos, cautivadores y capaces de desnudar su alma y mostrar la propia, con sólo un gesto de sus cejas, con una caída de párpados.

Idénticos a los de Legolas.

Y con él le pasaba igual. Sabía lo que su hijo sentía sólo con mirarle a los ojos. Por eso sabía perfectamente que no era un deslumbramiento.

Érewyn no era un capricho de Legolas. Estaba enamorado, realmente no tenía dudas.

Pero Thranduil temía por él. Los elfos se entregaban por completo por el ser amado, daban su vida si era necesario. Pero no conocía el significado del amor para los hombres, no sabía hasta dónde podían llegar los mortales por amor. Había pasado tanto tiempo aislado de la raza humana que, ésta, era una completa desconocida para él y sólo sabía de ella lo que hablaban las historias. Cuentos para niños.

Pero otros ojos hablaban de más... Los verdes de Érewyn eran libros abiertos, transparentes y claras ventanas hasta su misma alma. En apenas unos instantes Érewyn le había mostrado sus emociones, el temor a él mismo, la confusión al no entender lo que el Rey Elfo le requería, la vergüenza al sentirse un ser inferior tras las palabras de Thranduil.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora