Caras Galadhon

7.8K 509 132
                                    

¡Hola a todos!

¡Hoy os traigo dos capítulos! En realidad es sólo uno, pero es tan largo que al final lo he dividido en dos, para facilitar la lectura.

A todos: si encontrais gazapos o fallos de algún tipo, decídmelo, por favor! Yo paso muchas horas documentándome pero una no es perfecta, y después de escribir tanto, es fácil cometer errores, y si me los indicáis me ayudáis mucho. :D

Antes de dejaros con el capítulo, un par de recordatorios.

Como siempre, las traducciones las encontraréis al final.

Y sin más, ahora sí ¡os dejo con los capítulos!

¡Disfrutadlos!

¡Ah! Y no olvidéis dejar un review si tenéis unos minutos.


***


Érewyn corría como nunca lo había hecho. Corría por su vida, por su futuro. Como no conocía el terreno tan bien como Éomer, desconocía la cortante trampa que los Balchoth de seguro habían encontrado en el lecho del río, de modo que daba por seguro que con solo un traspiés, un mal paso o un momento de duda perdería su vida en manos de los salvajes.

Tenía los oídos taponados por un zumbido que no cesaba. No les oía, no sabía a qué distancia estaban. Sólo oía los fuertes latidos de su propio corazón, siguiendo un ritmo casi imposible mientras seguía las zancadas del Rey de Rohan descendiendo por una ladera y dirigiéndose directamente al bosque de Lórien.

Rodearon los primeros árboles y se adentraron en la frondosidad del bosque. Sus pasos sonaban sordos en aquel suelo blando y húmedo, y el aliento no llegaba aún pero las fuerzas no la abandonaban.

Debía sobrevivir. No podía caer tan injustamente en las fronteras de su reino, Érewyn estaba dispuesta a dar mucha más guerra todavía. Pero aquella no, aquella no era su lucha.

Éomer tenía razón, era estúpido ponerse en riesgo de sufrir una derrota casi segura teniendo la opción de escapar y la oportunidad de sobrevivir.

La luz del sol llegaba tenue en aquella zona, las altas copas de los árboles robaban la mayor parte, pero aún así, el color verde predominaba por doquier. La belleza de Lórien era algo difícil de imaginar si no se contemplaba directamente. Árboles milenarios, arbustos verdes y frondosos, paisajes de sueño. Y aún así, Érewyn era incapaz de apreciarla.

La cabeza le dolía de tantas ideas que se agolpaban en ella, y sus sentidos trabajaban por completo centrados en mantenerles con vida.

Sus ojos no veían belleza, vislumbraban un lugar donde ocultarse bien.

Su olfato no detectaba el dulce aroma de las flores en primavera, buscaba el viento a favor para poder pasar desapercibidos...

La carrera de los dos hermanos se detuvo tras un frondoso arbusto. Se agazaparon, quedando completamente ocultos a la vista de ojos inexpertos en aquel terreno.

Con los ojos desencajados, observaban la espesura desde su escondite, tratando de visualizar alguna amenaza. Pero incluso los sonidos del bosque aparecían imperturbables. El ulular de una lechuza resonaba entre los árboles y el eco proveniente de un manantial cercano eran los únicos sonidos que había en el bosque. Ambos trataron de recuperar el aliento mientras notaban un hormigueo en las piernas. Habían corrido casi hasta la extenuación.

Los minutos pasaron y la situación no cambió. Lórien seguía en paz, imperturbable. Los salvajes no les encontrarían allí, escondidos tan profundamente en el corazón del bosque.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora