¡Hola a todos y todas!
No hay mucho que contar, la verdad. Este capítulo marcará ya un antes y un después para todos. Legolas ya se ha marchado a Osgiliath y ha dejado a Érewyn en la terraza de las Casas de Curación.
¡Y hasta aquí puedo introducir!
Os dejo con el capítulo 27.
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La luna brillaba con fuerza iluminando las calles vacías y mojadas de Minas Tirith. La ciudad dormía y nada se movía excepto el fuego que bailaba en los candiles de las puertas.
Sus pies no habían sido capaces de desplazarse en un buen rato. Érewyn se había quedado en la terraza, contemplando sin remedio la calle desierta por la que Legolas había desaparecido corriendo. Apenas había llamado su atención el movimiento tranquilo de las hojas de los árboles.
La calma reinaba esa noche, mas no en su corazón. Su sangre rohirrim galopaba locamente por sus venas. Sentía aún el calor en sus mejillas, en sus manos, en sus orejas, reacción inevitable ante sus caricias. Sentía aún el ardor de sus labios al sentir los de Legolas presionandolos. Su aliento, su mirada penetrante, sólo para ella.
Con todas esas emociones tan a flor de piel la pobre muchacha no había tenido más remedio que aguardar a calmarse un poco.
Lo que más había ansiado se había esfumado de sus manos tras probarlo, dejándola temblando por más. En tan sólo unos segundos se había convertido en adicta de sus besos, de su piel. Del tacto sedoso de su cabello, de la firmeza férrea de sus hombros.
Suspiró.
Érewyn caminaba ya calle abajo, de vuelta a la que era su habitación en Minas Tirith.
Entró en la posada sigilosamente y alcanzó la puerta de su cuarto sin encontrarse a nadie. Si alguien hubiera visto su rostro habría pensado que estaba febril.
Se despojó del grueso chal de lana y se miró al sencillo espejo. Tenía el cabello alborotado y las mejillas sonrosadas como si acabara de regresar de una carrera. Tocó sus labios rememorando la sensación de tenerle para ella, de saborear su boca, y necesitó cerrar los ojos.
Sonrió. Se sentía tan llena de júbilo que casi necesitaba gritar. Y, a la vez, la tristeza pendía de su alma como una losa. No sabía cuándo volvería a verle. No sabía cuándo volvería a tenerle entre sus brazos.
De lo que no dudaba era de que Legolas volvería. Tenía una fé ciega en él, en sus capacidades y su maestría.
Volvería a ella, regresaría y Érewyn podría entonces colmarle de besos y caricias, todos los que el elfo merecía.
Pero por el momento era mejor idea desvestirse y acostarse.
***
La oscuridad y el silencio reinaban en el salón del trono de Gondor. La sala era enorme, majestuosa, elegante, llena de tallas de mármol y piedra blanca, la misma con la que se había construido la ciudad. Las paredes estaban plagadas de símbolos, de objetos que honraban a los antiguos héroes, esos de los que el mismo Aragorn sólo había oído hablar en leyendas, explicadas de noche a la luz de las estrellas y alrededor de un fuego.
Era demasiada suntuosidad, y Aragorn creía que jamás se acostumbraría a ello.
Los reinos de los elfos que había habitado tenían su magnificencia en la naturaleza que habían utilizado para construir sus palacios, integrándolos perfectamente en los paradisíacos entornos en lo que se emplazaban. Pero en aquel momento, la sala era demasiado grande para sus pasos, la piedra demasiado blanca para sus ojos, y el trono un objeto desconocido, impersonal.
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La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)
Fanfiction(Legolas x OC) Todo el mundo tiene derecho a escoger su propio destino. Érewyn es la hermana menor de Éowyn y Éomer, y es un auténtico espíritu de la llanura de Rohan, con muchas ambiciones y un pasado misterioso por descubrir. El azar y la guerra c...