La batalla de las Emyn-nu-Fuin

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—¡Alto!

La orden de Gamelin resonó en el denso bosque que cruzaban desde hacía un par de horas sin dar apenas descanso a las monturas. Precisamente por ello era de extrema urgencia aminorar la marcha. Los caballos de Rohan poseían una resistencia sin igual pero a ese ritmo llegarían al campo de batalla extenuados. Y los necesitaban lo más frescos posible.

Los animales continuaron un rato al paso y entre los jadeos, resoplidos y otros sonidos emitidos por Fanor, Érewyn se sentía desesperar. Si hubiera tenido la posibilidad de trasladarse instantáneamente hasta el lugar donde Legolas estaba luchando, lo habría hecho sin dudarlo.

Apretó los dientes y frunció el ceño. Era consciente de que necesitaban darles una pausa, y decidió inspirar profundamente para tratara de calmarse.

—Ya falta muy poco —informó Rissien—, este sendero conduce directamente a otro un poco más ancho que llega al pie de las Emyn-nu-Fuin.

—¿Cuánto más calculas que tendremos que cabalgar? —preguntó la rohir.

—Mmh... —Rissien frunció el ceño, pensativo— Menos de veinte minutos. De hecho hace un momento me pareció oír gritos en una lengua extraña.

—La lengua de los Uruk Hai —concluyó Gamelin—. Asegurad las armas y comprobad los cierres de las corazas —aconsejó a los demás.

Pero, ¿quién dijo que tendrían la suerte de disponer de un tiempo de tranquilidad para concentrarse antes de la batalla? Sí, el fragor de ésta se oía a lo lejos. Pero el bosque de Eryn Lasgalen ocultaba otros terrores que acechaban en la oscuridad creciente de la noche.

Oyeron un chasquido en las copas de los árboles. Los caballos se pusieron nerviosos, e incluso Fanor, que tenía un temple de acero, anduvo retrotado unos cuantos metros. Luego escucharon un ruido parecido a un deslizamiento; algo que se movía entre las hojas sin que nadie alcanzara a divisar de qué se trataba.

Los rohirrim no apartaban la vista de las alturas. Pero esa vez, después de tanto tiempo viviendo en el bosque, conocían perfectamente qué tipo de mal podía estar vigilándoles.

—Arañas —musitó Rulf, de entre todos los rohirrim, el que peor experiencia había tenido con ellas. Imposible no reconocerlas.

Y todos echaron mano a sus espadas.

Rissien soltó entonces las riendas de su caballo y se puso de pie en la montura, guardando un equilibrio perfecto mientras no dejaba de mirar un punto en concreto, sobre su cabeza.

—¿Qué vas a hacer, Riss? —susurró Érewyn. Pero por sus ademanes tenía bastante claras las ideas que rondaban aquella inconsciente cabeza rubia.

Él sonrió con seguridad y empuñó ambas dagas.

—Hethres, cabalga veloz y encuentra a Legolas. Daré contigo cuando todo acabe —dijo con gentileza. Ella no respondió pero continuó mirándole con gesto de súplica. Y Rissien, notando sus ojos fijos sobre él, amplió su sonrisa aún más—. Tu misión es llegar a él, y la mía lograr que lo hagas.

A Érewyn no le dio tiempo de responder, Rissien saltó con una agilidad pasmosa y se perdió en la espesura de las ramas. De inmediato se oyó el inconfundible sonido de una refriega, el impacto del acero, el chillido de las bestias y la risa de su primo.

Y cuando una araña cayó junto a Fanor haciendo un ruido sordo Érewyn entendió que ya habían descansado suficiente. Su primo les estaba brindando la posibilidad de terminar de cruzar el bosque sin sufrir retrasos a causa de las criaturas que moraban en él.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora