El verdadero hogar

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Para IrethTasartir por ser una de mis más fieles lectoras. 

¡Gracias por tus comentarios y tus votos! :)


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—Enséñame.

Al oír su respuesta, Legolas se despojó de su casaca con rapidez, quedando al descubierto la hermosa camisa color hueso que vestía debajo, y volvió a colgarse el carcaj a toda prisa. Agarró el arco y le ofreció la mano.

—¡Vamos!

—¿Qué? ¿Ahora? ¿Y los demás?

—Ellos nos encontrarán sin problemas... ¡Dame la mano!

Al verla titubear, la tomó él mismo y estiró hacia sí, comenzando ambos a cruzar el estanque.

—¡Oh! ¡Legolas, espera! ¡Mis botas!—dijo ella, entre risas nerviosas.

—¡No las necesitas!

Y riendo y con los pies descalzos corrió, agarrada a su mano.

Legolas apartaba gentilmente las ramas y arbustos que les cortaban el paso en medio de su carrera. La hierba se sentía fresca y tierna bajo los pies. Como si toda la vida lo hubiera hecho, Érewyn pisaba fuertemente con cada zancada, hundiendo los pies en el pasto. Era una sensación muy placentera.

Y la distancia hasta el claro de los árboles gigantes, donde Maedhon y los demás guardias se habían quedado, aumentaba con el paso de los minutos.

Legolas miró atrás por encima de su hombro. Había seguido un impulso instintivo que le había obligado a llevarse a Érewyn al corazón del bosque. Quería intentarlo, necesitaba mostrarle a Érewyn su propia visión de la naturaleza. Quería enseñarle a VER el bosque.

Aunque realmente no sabía cómo hacerlo; a él nadie le enseñó a Sentir. Esa capacidad surgió por sí sola, con el tiempo, tras el paso de años y años. Pero sí que obtuvo las claves de otra persona, al principio de todo, cuando apenas era un pequeño niño elfo de cinco o seis años.

Thranduil.

Su padre le llevó a distintos lugares en el antiguo Bosque Oscuro. Allá le explicó historias, antiguas leyendas. Le enseñó a utilizar sus sentidos, le enseñó a amar el bosque, a experimentar su dicha y también su dolor. Hasta que un día Legolas fue capaz de hallar la serenidad por sí mismo, a solas, en el bosque.

Ahora debía intentarlo. Quería ser él quien despertara la esencia élfica de Érewyn. Él y nadie más.

No supo cuánto tiempo pasó, pero cuando reparó en la respiración entrecortada de Érewyn tras él, se detuvo y la miró.

Ella se apoyó sobre las rodillas y necesitó un momento para recuperarse. Él aparentaba como si no hubiera dado más de dos pasos a ritmo tranquilo.

Cuando la rohir se enderezó, aún con respiración agitada, la enorme sonrisa de Legolas se le contagió, y enseguida comenzó a reír.

—No puedo creer lo que acabamos de hacer— susurró, nerviosa, y le miró brevemente.

Legolas le sonrió y con un movimiento de su mano la instó a que mirara a su alrededor.

—Ahora observa—dijo.

Y eso hizo ella. Nada y todo se movía. El sotobosque, aletargado en apariencia, dormido bajo la espesa y oscura sombra de los árboles, le mostraba todas y cada una de las tonalidades de verde existentes. Y de marrón. Y de azul y amarillo.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora