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Desde tiempos inmemoriales, la población de Edoras se replegaba al final del infranqueable desfiladero del Sagrario cuando la sombra se cernía sobre la capital. Edoras, liberada así del grueso de su población se convertía en un bastión difícil de doblegar a pesar de su sencilla empalizada. Tan sólo el ejército permanecía tras ésta y de esa manera podía resistir un enfrentamiento con un invasor durante mucho tiempo.
Y con la amenaza más que probable de un ataque Balchoth a las poblaciones de los pueblos aliados, Éomer había decidido marchar al Sagrario con un grupo de exploradores para reconocer el terreno de la vieja ruta que ascendía serpenteando abruptamente por la pared rocosa. Nunca estaba de más tomar precauciones.
El camino hacia el Sagrario le trajo recuerdos amargos de un pasado no muy lejano, y una vez allí, tras dar las órdenes pertinentes y dividir el grueso del batallón en pequeños grupos para agilizar la misión, él mismo inició su camino hacia la zona que debía inspeccionar, en soledad.
Al ritmo del trote largo de Fauk halló pronto las piedras blancas pulidas que delimitaban el camino al Sendero de los Muertos y se dispuso a seguirlo. La última vez que lo contempló, la tienda de su tío se alzaba allí, justo en el inicio, y los pendones ondeaban rabiosos al viento como un presagio de la cruenta batalla que estaban por librar. Ahora, de aquello nada quedaba, ni siquiera los restos del campamento. Tan sólo el recuerdo y el mismo viento que azotaba su rostro, inclemente, trayéndole sonidos extraños del Bosque Sombrío.
Fauk relinchó nervioso al llegar a las lindes, y se negó a continuar avanzando. Éomer frunció el ceño y apretó los talones en sus costados. Pero el caballo parecía negarse a atravesar una línea etérea, invisible para el rohir y situada justo antes de rebasar el primer árbol de aspecto lúgubre.
—Vamos, muchacho —gruñó Éomer.
El enorme caballo de guerra agitó la cabeza y tensó cada uno de sus músculos, retrotándose y sudando más de lo normal, y continuó rehusándose hasta que el relincho de otro caballo se acercó por detrás de ellos. Éomer, inmerso en el inconveniente de la negativa de Fauk a colaborar, ni siquiera volteó a mirar al recién llegado.
—Es inútil, Éomer. Se pondrán ingobernables si logramos que entren en el bosque. Será más prudente dejarlos en la zona segura del Sagrario y continuar a pie.
El Rey sonrió sin mirar a su inesperado consejero y asintió.
—Creo que tienes razón. De lo contrario va a ser un corto reinado para mí. Este animal se volverá loco ahí dentro y me partirá el cuello contra un árbol, podría apostar por ello.
Dicho esto, descendió de su montura y dejó marchar a Fauk, que huyó feliz en dirección contraria al lóbrego bosque en el que su dueño había pretendido meterle. Y tras él marchó Arod, al que Legolas había dejado libre también con el mismo fin.
El elfo volteó hacia Éomer cuando los dos animales se perdieron de vista y sonrió. Éomer alzó una ceja.
—Creí que te había destinado a los bordes superiores —musitó Éomer, y sin esperar una respuesta echó a caminar hacia el bosque siguiendo la línea de guijarros.
Los pies del elfo eran livianos como plumas sobre el pasto y el musgo, y ningún sonido generaban, sin embargo Éomer le sabía siguiéndole. Y su inesperada compañía no le disgustaba, a pesar de haber deseado la soledad momentos antes.
—Misión cumplida. Esa parte ya está inspeccionada y despejada —explicó el elfo.
Le seguía un par de pasos más atrás, caminando ágil y ligero. De vez en cuando saltaba sobre la rama de algún árbol, y desde allí oteaba el interior del bosque con atención o bien escuchaba el sonido que le traía el viento. Luego regresaba al suelo, saltando grácilmente y aterrizando sin esfuerzo alguno junto al Rey de Rohan.
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La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)
Fiksi Penggemar(Legolas x OC) Todo el mundo tiene derecho a escoger su propio destino. Érewyn es la hermana menor de Éowyn y Éomer, y es un auténtico espíritu de la llanura de Rohan, con muchas ambiciones y un pasado misterioso por descubrir. El azar y la guerra c...