El mal invisible

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Para Chamberleanne. Gracias por tu paciencia y tus mensajes de ánimo :)

..:: Capítulo 46. El mal invisible ::..

El alba despuntaba apenas y el día amenazaba ventoso.

Érewyn, Gamelin, Remdess y los diez miembros de la guardia de la princesa llegaron al amanecer al vado de la confluencia del Limclaro con el Anduin. En aquel punto la profundidad no era muy acusada pero la fuerza del agua lo convertía en un lugar peligroso.

Allí detuvieron los caballos e investigaron el terreno, comprobando que no había rastro de Balchoth ni de orcos.

—Qué raro... —musitó Érewyn, observando a su alrededor. La calma era lo que más destacaba en la zona.

Gamelin se incorporó. Había estado observando unas huellas a la orilla del río, un rastro viejo de los salvajes, seco, petrificado en el margen lodoso. El rohir sacudió las manos y se acercó a la joven, aún sobre Fanor.

—¿Qué es lo que te parece raro?

Ella le miró brevemente con ojos entornados.

—Hace tres meses esto era prácticamente zona Balchoth —respondió ella. Regresó la mirada al curso del río, sin fiarse aún de las evidencias—. Nos atacó un grupo de unos cincuenta salvajes en las tierras de Éomund, en la casa de mi madre, ya lo sabes. Y ahora...

Gamelin la ayudó a descender del caballo para que la muchacha no se lastimara aún más su ya maltrecha mano, y asintió.

Entendía perfectamente lo que la joven trataba de decir.

Ella reprimió un quejido al apoyar la mano lesionada sobre el hombro del guerrero. Le iba a costar acostumbrarse a no moverla.

—Hay demasiada calma —finalizó Gamelin, adivinando las palabras que ella no había pronunciado.

—Exacto —susurró ella. El fiel rohir le sonrió.

—A mí tampoco me gusta —confesó.

Remdess se acercó a su señora y la obligó a sentarse sobre un tronco viejo con el aspecto de haber sido arrastrado por la corriente. Una sola mirada de la elfa fue suficiente para acallar las protestas que Érewyn estaba a punto de soltar.

—No os quejéis; he de rehacer este vendaje y colocaros algo que haga de férula en esos dedos. ¡Oh! Gracias... —dijo, al recibir de Gamelin la vaina de su cuchillo—. Esto servirá.

Érewyn cerró los ojos con fuerza mientras la elfa deshacía con cuidado el apresurado vendaje. El dolor era más punzante ahora que se le había enfriado la mano, y la hinchazón era considerable.

—...Perdonad —se disculpó Remdess, de repente. Érewyn no contestó; era difícil hacerlo mientras mordía la manga de su camisa. Pero era consciente de la necesidad de tratar esas fracturas cuanto antes, de lo contrario, pese a ser roturas limpias, el hueso podría formar callo y nunca volvería sujetar correctamente la espada.

—Continúa... No te preocupes por mí. —respondió entre dientes.

Remdess la miró brevemente mientras sujetaba su brazo. Había retirado del todo el vendaje y, tal y como había temido que pasaría si no recolocaba en seguida la fractura, la falange de su dedo corazón se había desplazado y ahora debía arreglarla con el problema de la inflamación de la zona.

—Va a doleros much...

—No me lo cuentes y haz lo que tengas que hacer —casi exigió la rohir, adelantándose al tremendo dolor que estaba a punto de sentir—. Vamos —la animó, antes de colocarse en la boca el extremo de su manga, de nuevo.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora