Matices secretos

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Éomer, de pie ante la organizada mesa de la estancia que hacía las veces de despacho y sala de Consejo, asentía con cada frase que oía de labios de Faramir. No había hecho más que entrar por las puertas de Meduseld tras regresar de su incursión en la Escalera del Baluarte y el Sagrario, cuando Éowyn le había asaltado, presa de una agitación extraña, y le había comunicado que el Príncipe de Ithilien aguardaba por él para darle buenas noticias.

Nadie esperaba tal visita, aún menos por sorpresa. Y por petición del mismo Faramir el despacho de Éomer se hallaba a rebosar de gente que, según su parecer, estaría interesada en las noticias acerca de la situación beligerante en la frontera de Gondor. Éowyn, Érewyn y Legolas estaban allí, todos en pie y situados a los laterales de la estancia entre el Rey y Faramir. También Gamelin estaba presente, ya que por su cargo de primer lugarteniente tenía la obligación de asistir a cualquier encuentro diplomático que su Rey tuviera con un mandatario aliado.

Y sí, en efecto eran muy buenas noticias.

—La paz alcanzada al fin en la frontera Sur de Gondor es muy reciente, pero confío plenamente en que será definitiva. Aragorn y los consejeros de Minas Tirith comparten también esta esperanza —explicó Faramir.

—Debéis haber luchado lo indecible, Lord Faramir —le agasajó Éomer, con un asentimiento—. Por experiencia propia sé lo que supone una victoria así, en la Marca hemos tardado en alcanzar la situación de calma que vivimos, ahora que los Balchoth han sido expulsados de los límites y han regresado a Rhûn. Sin embargo las treguas no se mantienen mucho tiempo, sobretodo cuando no están definidas por mútuo acuerdo.

Faramir sonrió, reconociendo así el argumento de Éomer.

—Son sabias vuestras palabras, mi señor. Y adivináis mucho más de lo que aún he podido explicaros —rió—. Sí, la situación fue crítica en algunos momentos. Tanto que me ví obligado a tomar algunas decisiones desesperadas. Aunque por fortuna todo salió bien, al final...

—¿A qué te refieres con decisiones desesperadas? —intervino Éowyn, con curiosidad.

—Pues, verás, durante el invierno los enfrentamientos con los haradrim se recrudecieron. Incluso llegaron a intentar atacar Emyn Arnen abiertamente con un batallón de mumakil —confesó. La información dejó sin habla a los presentes, pero Faramir sonrió—. Por fortuna controlamos la situación aquel día, pero estaba claro que aquel conflicto ni podía mantenerse ni llevaba a ningún lugar. Podríamos haber estado en guerra eternamente si uno de los dos bandos no hacía un esfuerzo por comprender al otro. Así que me tocó hacerlo a mí —se encogió de hombros—. Yo y tres de mis hombres de confianza nos infiltramos en las fuerzas enemigas para obtener información relevante al conflicto.

—¿Que tú hiciste qué? —exclamó Éowyn, con la boca desencajada.

Faramir la miró de soslayo, algo avergonzado.

—Lamento mucho no haberte explicado nada de todo esto, pero vosotros mejor que nadie sabéis lo delicado que es tratar ciertos temas por correspondencia. Era una misión difícil y muy arriesgada, y como yo fui quien la propuso, me ofrecí voluntario para llevarla a cabo. Pero al final todo salió bien —se apresuró a añadir; Éowyn comenzaba a perder el color de la tez—. Nos enteramos de que los motivos que les llevaban a atacarnos y presionarnos hacia el Norte ni tenían que ver con venganza por la caída de Sauron ni por ansias de conquista. Los hombres de Harad querían resina.

Gamelin torció el gesto en una mueca de confusión. Érewyn alzó las cejas e intercambió miradas con sus hermanos y Legolas rió. Parecía que era el único que había entendido el problema con los haradrim y la estrategia de Faramir.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora