La boda. Parte I: Preparativos

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.:: En el Páramo ::..

Podía entenderlo, sí. Era algo de esperar.

Veryan suspiró y se dejó envolver por la paz que le rodeaba, por el entorno tan distinto al que él estaba acostumbrado, por lo salvaje del paisaje, por el viento que silbaba danzando con la alta hierba de los interminables campos y praderas. Incluso el frío era diferente, golpeaba más fuerte, más seco, más despiadado.

Pero aún así todo cuanto su vista alcanzaba era de una belleza indescriptible, quizá, por lo desconocido que le resultaba, por cuánto le desconcertaba, por lo imposible que era saciarse de ese nuevo cielo.

Uno no podía más que enamorarse de esa tierra de pastos color verde claro, y si en ella, por ventura, debía cruzarse con el amor de su vida, entonces ya no tenía escapatoria posible. Por lo tanto era de esperar que Legolas se enamorara allí. Era perfectamente entendible.

Lejos quedaba el Fuerte del Páramo. Veryan había evitado pasar cerca de allí por recomendación de su Rey. El mensaje que portaba en persona le daba una idea bastante acertada del porqué. El Fuerte era gobernado por el Mariscal del Folde Este, cuyo nombre moraba en el mensaje del Rey Thranduil que debía hacerle llegar al Rey de Rohan. El Rey Elfo sospechaba del joven Mariscal a pesar de las reservas de Legolas.

Podía vislumbrar la construcción defensiva desde la colina en la que se había sentado a admirar la vista, una vez vadeado el Limclaro, mientras permitía descansar a su caballo. Era perfectamente consciente de que él también había sido avistado desde aquellas almenas. Pero la de mostrarse abierta y descuidadamente era su propia estrategia para no levantar sospechas. En apariencia él sólo era un elfo de Eryn Lasgalen de viaje al Sur que, despreocupadamente, se había sentado a descansar. No deseaba en absoluto ser retenido o interrogado, pero esperaba que los soldados acudieran a su encuentro en cualquier momento.

Con las advertencias de su Rey, Veryan tenía suficiente para tratar de evitar conflictos. Él sólo debía llegar a Edoras y comunicar su mensaje al Rey Éomer. Esa era su misión.

Miró hacia el oeste. Allí alcanzaba a ver una vieja casa abandonada, muy cerca de la orilla del río. No había más rastro de vida por allá; el Páramo era en verdad un lugar inhóspito e improbable de ser elegido como un acogedor hogar. Pero aún así... ¡Qué belleza poseía el paraje!

Entonces, por fin, divisó varias figuras a caballo acercándose desde el Fuerte. Suspiró, habían tardado demasiado.

El galope rápido de los caballos rohirrim llevó casi de inmediato a los soldados hasta el lugar de descanso de Veryan y, sin descender de sus monturas, le miraron con recelo. Uno de ellos portaba un yelmo oscuro y una barba espesa de varios días. Todos tenían el cabello claro y la piel pálida; parecía un rasgo característico de las gentes de aquellas tierras.

Quel amrun... —dijo Veryan. Luego se dio cuenta de su error. Las últimas personas con quienes se había cruzado habían sido los elfos de Lórien Oriental, con quienes había hablado en Sindarin—. Eh, disculpad. Buen día, mis señores.

—Buen día, maestro elfo —respondió el que parecía el cabecilla del grupo—. Estáis muy lejos de Lórien. ¿Qué os trae por aquí?

—Tenéis razón —admitió Veryan—. Pero de hecho no es de Lórien de donde vengo, sino de Eryn Lasgalen. Así que me hallo en realidad mucho más lejos de lo que pensáis. Traigo un mensaje para el Rey de Rohan de mi señor Thranduil.

—¿Otro mensajero de allá? Estas tierras se han visto casi invadidas estos últimos días con mensajeros del Rey Elfo —masculló otro de los centinelas.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora