La máscara rota

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¡Hola a todos y todas! Sólo un apunte antes de empezar: encontraréis algunas frases en élfico. Las traducciones están al final.

¡Disfrutad del capítulo!

***

- Mai acáriel. Findelya cala ve laure, melleth...

Con los dedos entrelazados en su cabello, Legolas susurraba cerca de su oído. Todo su afán era calmarla, convencerla de que no vivía un sueño, que él había regresado al fin junto a ella. Volvió a mirar sus ojos y sonrió.

Érewyn no tenía ni valor para apartar la mirada de aquel azul, tan parecido al mar embravecido, que le daba la vida a veces y otras le privaba de ella, dejándola sin aliento. Tenía miedo de pestañear y que Legolas desapareciera, como un espejismo. Le había echado tanto de menos que no podía creer que le tenía nuevamente entre sus brazos.

Rió, feliz, un poco más tranquila, y Legolas sujetó su rostro muy cerca de él sonriendo devastadoramente.

- Gellon ned i gelir i chent gîn ned i lelig.

La besó suavemente, con los ojos cerrados, atesorando el momento. Rememorando el sabor de sus labios y sintiendo cómo despertaban en él auténticas chispas de un fuego que desconocía poseer.

- No entiendo lo que me dices... Y aún así me gusta cómo suena. - Susurró ella, contra los labios del elfo. Érewyn sentía como si cada palabra de aquella lengua entrara en su corazón y lo sosegara. Se serenó y se separó de él, observando el rasguño que el elfo tenía en la sien. Legolas la observó con devoción. - He de limpiarte esa herida.

- No es necesario, mel nîn. Ya casi ha cicatrizado.

- Debo insistir... Es mi trabajo aquí.

Legolas no tardó en rendirse. Discutir con ella era una batalla perdida.

Se despojó de su carcaj y lo dejó apoyado junto a su inseparable arco, en una pared cercana a la camilla alta a la que Érewyn le guió, en un rincón apartado, donde pudieran seguir hablando en voz baja sin molestar a los convalecientes.

Legolas la observó en silencio desde su asiento. Érewyn se movía con rapidez de una alacena a otra, abría y cerraba las puertas silenciosamente y colocaba en una pequeña bandeja todo lo que necesitaba: gasas y un pequeño frasco de cristal.

Volvió junto a él y colocó a su alcance la bandeja. Luego fue a buscar agua mientras Legolas curioseaba el frasco. Érewyn regresó con el agua y comenzó a limpiarle la herida. Sus manos se movían cuidadosamente, y el elfo notaba un agudo escozor en el rasguño. A pesar de lo que había dicho, la herida no estaba cicatrizando limpiamente.

- Y bien, ¿cómo fue la batalla? En general ya conozco el desenlace, y también algunos detalles que Éomer me ha explicado... pero... quiero saber tu versión... ¿Mataste más mumakil? - Preguntó la joven, con curiosidad.

Legolas le dedicó una sonrisa torcida.

- No había ningún mumak, por suerte. - Respondió, inmóvil, mientras la muchacha proseguía con su herida. - "Sólo" había orcos, y orientales, y haradrim... Los 8 nâzgul y más orcos... y algún troll... - dijo, mirando a la muchacha de reojo, ella le devolvió el gesto, sorprendida. - Te habría gustado. - Admitió él, en tono divertido. Ella rió.

- Ahora me dirás que mataste también a un troll...

"Uno no" pensó Legolas mientras guardaba silencio y apretaba la quijada al notar un pinchazo cerca del oído.

Érewyn se fijó en su casaca rota a la altura del omoplato. Medio ocultos bajo la maltrecha prenda descubrió feos moretones en su hombro.

- ¿Qué tienes ahí? - Preguntó en un susurro. Legolas desabrochó su camisa y apartó también la casaca y, visiblemente dolorido, ahogó un gruñido mientras ella abría los ojos desmesuradamente, sorprendida. - ¿Cómo te has hecho eso? - Preguntó, preocupada.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora