4. El deber de una Dama

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Capítulo 4. El deber de una Dama

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Théoden había sido indulgente y había perdonado la vida a Gríma, que había abandonado Edoras a pie lo más rápido posible. Quizá encontrara su final en el camino de vuelta a Isengard, o eso deseaba Legolas. Demasiado daño había hecho a aquella pobre gente como para salir indemne. Pero su destino sólo Eru lo sabía.

Tras el destierro de su consejero, las gentes de Edoras se prepararon para el entierro de Théodred aquella misma tarde, cuyo cadáver había sido velado durante 5 días, como marcaba la tradición en Rohan para los entierros de la realeza.

Con la piel y el cabello limpios y ungidos, el cuerpo del heredero del reino pasó ante Legolas, que se unió a la comitiva fúnebre tras el Rey Théoden, Aragorn y Gandalf. Théodred había sido vestido con su mejor armadura y sus manos sujetaban la espada con la que había matado a cientos de orcos.

Las gentes de Edoras lamentaban sentidamente la pérdida de su señor. Mujeres, hombres y niños habían acudido en señal de respeto y cariño a ver pasar al cortejo desde el castillo hasta la tumba que le esperaba, junto a sus antepasados. Casi todos lloraban. Théodred habría sido un gran rey.

Legolas observaba en silencio el transcurso del funeral, un silencio que acompañó la comitiva durante todo el camino. Incluso el clima parecía acompañar tan triste momento, con las nubes impidiendo el paso de la luz del sol.

Salieron de las murallas y se acercaron a los túmulos. Las mujeres nobles esperaban allí, junto a la tumba abierta, vestidas completamente denegro. Las dos sobrinas de Théoden observaban con dolor cómo el cuerpo de su primo era introducido en el agujero en la tierra. La más joven lloraba silenciosamente. De pronto aquel silencio se rompió con la voz quebrada de Éowyn, que cantó un lamento por Théodred:

Bealocwealmhafað fréone frecan forth onsended
gieddsculon singan gléomenn sorgiende on Meduselde
þæthe ma no wære his dryhtne dyrest and mæga deorost
Bealo...

Después, la tumba del heredero de Rohan se cerró, y fue adornada por cientos de Simbelmynë que los habitantes de Edoras dejaron en señal de respeto. Legolas vio como el Rey y sus sobrinas aguantaban estoicamente y esperaban a que la última flor fuera arrojada antes de moverse. Érewyn se limpió las lágrimas que empapaban su rostro y Éowyn la abrazó con ternura, visiblemente afectada también.

Dejaron al Rey y a Gandalf junto a la tumba de Théodred y retrocedieron hasta la muralla, desde donde observaron la escena. Legolas sintió una punzada en el pecho cuando la más joven de las hermanas pasó junto a él, observando con lágrimas en los ojos a su tío, y se lamentó, en susurros:

—¿Qué será ahora de Rohan? ¿Cuál será ahora el futuro de nuestra tierra?

Los tres cazadores guardaron silencio. Ninguno de ellos conocía la respuesta a aquellas dolorosas preguntas.

—Simbelmynë. Siempre ha crecido en las tumbas de mis antepasados. Ahora adornará la tumba de mi hijo... Tiempos aciagos me ha tocado vivir: los jóvenes perecen, los ancianos se agostan. Lástima vivir para contemplar los últimos días de mi casa.

Théoden se lamentaba mientras miraba tristemente una pequeña flor blanca en sus manos.

—La muerte de Théodred no ha sido obra tuya —dijo Gandalf.

—Ningún padre debería enterrar a sus hijos.

—Era fuerte en vida, su espíritu encontrara el camino a la casa de vuestros padres. Vuestro hogar. Westu hál. Ferðu, Théodred, Ferðu.

La Luz de Edoras (El Señor De Los Anillos - Legolas)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora