129- El sueño que elijo seguir soñando...

877 42 24
                                    

Vanesa

Desde el momento que volví a tenerla entre mis brazos, había deseado , en secreto, tener esta oportunidad, así que me abalancé a sus labios y los hice míos, tanto como pude, ella respondió a cada uno de los movimientos de mi boca con tanto o más ímpetu, y en cada caricia, en cada gota de humedad entre nosotros, se desbordaban años de tanto anhelo, años de estar lejos de ella, de mí, de nuestra piel que en este momento reclama su espacio, su pertenencia, porque sí, como si fuera un embrujo, dejamos de pensar.

Sus manos y las mías se acariciaban con tanta ternura y pasión que habíamos acumulado por años, y que, en este momento, sin escuchar la razón, fuimos tan libres, como quizá, debió ser siempre.

Ni mis sentidos, ni sus manos, y mucho menos nuestros labios pudieron percibir el tiempo que pasamos disfrutando de las caricias que compartimos en esta cama, estábamos desnudas más allá de la simpleza de lo literal, nos besamos sin pensar, simplemente dejando que nuestros sentimientos se desbordaran con besos, de nostalgia, de reconocimiento, de perdón.

Besos que sin decir nada, son capaces de volver y revolver el tiempo, capaces de regresar para decir lo siento, y nos perdono por igual, o al menos, eso es lo que en ese momento, y todos los que siguieron, sus labios y mis manos gritaban en cada caricia que nos dimos, porque ni ella ni yo pusimos barreras, mis labios y los suyos recobraron territorios que antes fueron solo nuestros, la memoria de mi boca, de mis manos, de mi piel y mis sentidos por completo, se había recargado del calor de su espalda, del olor de su cuello y la fuerza de sus manos, y juro, que por un instante, por solo un momento, el tiempo se detuvo de nuevo , como esa noche, frente a aquella chimenea que la hice mía por primera vez...

-Hola... -susurre sobre sus labios que aun acariciaba con los míos, mientras su cuerpo descansaba sobre el mío y mis brazos la aprisionaban anclados en el límite de sus caderas y su espalda desnuda- ¿Cómo estás?

Mónica: ¿mmm en este momento? -sonrío sobre su boca- no lo sé... -dejo un beso más- ¿Cómo me veo?

Vanesa: Te ves... ¡hermosa!...

Mónica: Jajaja, ya en serio... no lo sé, Vanesa... creo que se siente bien, muy bien... ¿y tú?

Vanesa: Feliz... Estoy feliz... ni en mis mejores sueños hubiera creído que volvería a besarte así, a tenerte así... a... a desearte así... -susurro sobre su cuello, mientras lo acaricio con mis labios- ¿sabes?

Quizá te suene a que estoy loca, y sí... sí Mónica, puede que me haya vuelto loca con el tiempo, o quizá pasó cuando te fuiste, o que se yo... pero tengo que reconocer, que si no intento explicarte y explicarme de una vez por todas lo que siento dentro, ambas seguiremos en este círculo de culpas socialmente obligadas - me niego a soltarla, y la aprieto más a mi- porque sí, Mónica, error o no, yo nunca he sentido culpa por vivirte cada vez que la vida nos vuelve a juntar -le susurro al oído para dejarle un beso muy cerca, justo en el hueco del cuello- yo no me puedo negar esta pasión que me hace querer olvidarme de todo... te he extrañado y no lo sabía... han pasado tantos años desde la última vez que... -por un instante dudo en decir lo que pasa por mi mente, no quería romper este momento, después de todo besarla y tenerla así, es mucho más de lo que habría esperado tener, así que continuo con mi siembra de besos en la ruta del hombro a su cuello-

Mónica: ... ¿La última vez que... que hicimos el amor?... -siento sus labios recorrer mi cuello, y me confieso que con cada palabra que sale de su boca, habla por ambas, porque creo que sí, yo también me volví loca- pues no es del todo cierto... quizá yo he hecho el amor contigo, quizá mis manos pensaban en ti, en tu recuerdo...y ha sido tantas veces durante estos años...

Vanesa: Mónica... sabes que sí seguimos con esto, llegará un punto donde no puedo frenarme, ¿lo sabes? -le digo susurrando en la piel de su cuello, levanto una de mis manos y acaricio su cara buscando sus labios para acariciarlos con mis dedos, mientras continúo mi camino del hombro a su oído-

Entrelazadas... ¿Puedes sentirlo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora