41-Se acabó.

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Mónica: ¿Dónde está ella mamá!? ¡Respóndeme! ¿por qué me has ocultado que estaba aquí? ¿por qué me has dejado vivir así desde que se fue? me llamaste ese día, te dije lo que paso... Mamá, ¿por qué me mentiste? tú nunca me habías mentido... dime! dime dónde está? qué está pasando? por favor...

-no puedo más, lo que siento en este momento es más fuerte que yo, mi madre, mi amiga, la única persona en quien he confiado ciegamente me ha mentido estas semanas, aun sabiendo que yo no estaba bien se callo, no me dijo que ella estuvo aquí, y ahora se calla de nuevo para no contestar mis preguntas, no puedo mas y me siento en una silla, necesito calmarme, respirar, me falta el aire y estoy hablando en voz alta a mi madre, a la mujer que más admiro en la vida y de quien me esta doliendo aún más este silencio-

María: Mónica, hija... yo no te mentí, si te oculte que Dey estuvo aquí, es porque ella me lo pidió, ella necesitaba saber que estabas bien, y me pidió que te llamara, pero no quería que supieras donde estaba, tienes que entender, esa muchacha llego aquí sin sentido, destrozada, sabes perfecto que no tenia mas familia que nosotros, estaba desorientada y llorando, no podía abandonarla, escúchame mi amor, por favor, no hagas un juicio sin antes escucharme.

Mónica: Pues bien, estoy esperando mamá, ¡vamos, habla! -le digo ya sin fuerzas para luchar- por favor... por favor mamá...

María: Si mi amor, te lo diré, pero por favor cálmate... -volteo a Vanesa- por favor hija, ve a la cocina y ayúdame con una tila para Mónica, y tu Jesús, déjame sola con mi hija, ya te explicare yo después que está pasando.

Jesús: De acuerdo María, yo también quiero una explicación de esto -me dirijo a mi hija- Mónica, mi amor, escucha a tu madre, estoy tan confundido como tu, pero estoy seguro que tuvo razones fuertes para hacer esto -le tomo la mano- tu padre está aquí mi cielo, contigo siempre, ven aquí -la abrazo-.

Mónica: Papá... -me suelto a llorar en brazos de mi padre, que falta me hacía sentirme así, protegida por el- te quiero papá, mucho, gracias te prometo que estaré bien, anda, quiero que mamá me explique esto y discúlpame, yo... solo, no puedo mas papá...-rompo en llanto de nuevo-.

Jesús: Lo se mi amor, lo sé... te amo, y estoy siempre contigo, escucha a tu madre, sabes que no tiene amor más grande que tu y tu hermano, seguramente hay una razón de peso, les dejo solas.

María: -Volteo a ver a Jesús agradecida- Mónica, hija- intento agarrar su mano y me rechaza- escucha Mónica, Dey llego aquí desorientada, sabía que algo paso cuando cruzó la puerta y se arrojó a abrazarme con desesperación, lloraba desconsolada y no tuve corazón para echarla, en un comienzo me asuste, pero ya tenía antecedente de Vanesa e imagine que por ahí iba todo.

Lo siento hija, no podía dejarla así, sabes bien que yo le tengo un cariño muy especial y aunque no fuera así, Mónica, la mujer que toco a mi puerta esa noche no era la Dey fuerte e infranqueable, era una una muchachita asustada y rota, ni siquiera con la muerte de su padre la recuerdo así, me asuste, no sabia si seria capaz de hacer una locura, la hice pasar y conversamos, mi amor no sabia que hacer, ella prácticamente no respiraba, solo se recostó en mis piernas y lloraba sin más.

Cuando se calmó un momento, le prepare una tila y comenzó a hablar, me pregunto qué desde cuando no la amabas, yo no podía contestar, mi amor no respondí nada, no era mi labor darle esas respuestas, antes que nada soy tu madre, ella me dijo que lo sabía todo, que no la querías, que nada tenía sentido y que ella no tenia mas razón para luchar.

Me hablo de que tu eras su mundo y aunque intente disuadirla de lo que creí que había visto todo este tiempo, ella se mantuvo firme en sus sentimientos, hija... Dey te ama, te ama tanto, como ni yo fui capaz de darme cuenta.

Entrelazadas... ¿Puedes sentirlo?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora