Stella Di Lauro
Las vistas del lugar son asombrosas, pero ningún paisaje se compara al hombre que tengo en frente. Hoy por primera vez le veo sin traje ni corbata. La camisa de vestir con las mangas subidas hasta la mitad del antebrazo le queda de muerte. La tela delinea su voluminosa musculatura y los primeros botones sin abrochar dan un buen vistazo de su fornido pecho.
«Me encantaría besarlo»
La vista se me pierde de manera inconsciente en esa zona y cuando escucho su sonrisa, reacciono con rapidez al mismo tiempo que siento cómo se me calientan las mejillas.
¡Por nuestro señor Jesucristo! ¿Pero qué estoy pensando?
—¿Te gusta lo que ves? —cuestiona con una ceja enarcada junto a una expresión divertida.
«¡Demonios, sí!»
—No está mal —hago lo que mejor sé hacer: encogerme de hombros.
—Y es todo única y exclusivamente para ti, princesita... —se acerca con pasos lentos a la vez que clava la mirada directamente en mis ojos y muestra una sonrisa llena de promesas—. Al menos por hoy.
«Solo por hoy», me quedo con sus últimas palabras.
Tenemos apenas veinticuatro horas...
«Veintidós y contando», me corrijo al ver el reloj en mi muñeca.
El tiempo es oro en estos momentos y él asiente en acuerdo como si tuviera el poder de leerme la mente.
»¿Entramos? —asiento con la cabeza antes de aceptar la mano que me ofrece—. Espera —se detiene para abrir la mochila que carga en su espalda y de ella, saca mi pequeño bolso para extenderme mi móvil—. Apágalo.
—Pero...
—Me hiciste una promesa —interrumpe cualquier intento de protesta por mi parte—. Hoy solo existimos tú y yo, Stella Di Lauro. Nada ni nadie puede intervenir.
Dejo escapar un prolongado suspiro antes de activar el modo avión.
—Listo —le muestro la pantalla—. Completamente fuera de servicio. ¿Contento?
—Oh, princesa —ladea la sonrisa en tanto me toma del brazo para animarme a caminar—, me falta mucho para estar contento.
Saca unas llaves de su bolsillo lateral del pantalón para luego abrir la puerta y cederme el paso como todo un caballero.
La cabaña luce como si hubiese sido sacada de una película. Rústica y moderna a la vez, pequeña y acogedora, pero amplia también. La decoración es muy elegante, así como sencilla. Parece el lugar perfecto para vivir los mejores años de tu vida, como ha dicho Enrico, es un perfecto lugar para escapar de la realidad.
»Ponte cómoda —indica para perderse en la cocina. Desde mi posición puedo apreciar cada habitación, puesto que no hay paredes que las separen, excepto por una puerta, la cual supongo que da paso al cuarto de baño.
»Aquí tienes —me extiende una copa de vino tinto—, es reserva especial de la Casa del Marqués.
—Lo sé —declaro mientras huelo la copa. Con ese simple gesto soy capaz de distinguir los vinos.
—¿Eres una catadora de vinos especializada o algo así? —cuestiona con ambas cejas arqueadas. Parece impresionado.
—En uno de mis pasatiempos favoritos.
—Bueno ¿y qué te parece mi humilde cabaña? —cambia de tema constantemente, como si tuviera la intención de rellenar los silencios incómodos entre los dos.
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Princesa de Acero
RomanceElla ha decidido seguir los pasos de su padre y convertirse en la empresaria joven más exitosa de Italia. Por supuesto, para llegar a donde está, debe hacer pequeños sacrificios. Su prioridad número uno es el trabajo, por tanto, para ella no existe...