66. UNO CAÍDO, QUEDAN DOS

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Stella Di Lauro

Madre e hijo me observan perplejos ante mis palabras y desde el minuto uno, soy consciente de que convencerles será una tarea difícil.

—¡Hijo de puta! —Lucas es el primero en reaccionar poniéndose en pie para patear la mesita del salón—. ¡Lo mato!

—Calma, hombre —mi hermano se apresura en acercarse a su amigo.

—¿Calma? —bufa el piloto—. Sabes de sobra cuánto ha jodido ese tipo a Enrico. ¡Casi le quita la vida!

—Y por eso debemos destruirlo de una vez por todas —repone Federico en tanto yo me quedo en mi sitio expectante. Es evidente que los dos conocen a Vittorio Veneto y por la expresión desconsolada de Paola, puedo deducir que ella también—. Hace años no encontramos forma de ponerlo tras las rejas, pero ahora sí. Con el plan de Ella...

—¿Qué plan? —indaga convirtiéndome en centro de atención.

—No puedo contaros —alego observando de reojo al cardiólogo—, pero para llevarlo a cabo necesito esas acciones. Tenéis que confiar en mí —añado al percibir su reticencia—, no hoy otra forma.

—Si Enrico estuviera aquí...

—Esa es la cuestión, Paola —la interrumpo a media frase—. Está postrado en una cama, casi desangrado porque, además de clavarle un puñal, le han envenenado. Ahora nos toca a nosotros salvarle.

—Pero entregarle la empresa... —la mujer sigue dudando—. Su legado familiar es su vida, Ella. Perder la herencia de sus padres será una puñalada de la que no podrá recuperarse.

—Paola —envuelvo sus manos entre las mías antes de llamar la atención de su hijo también—, os prometo que las devolveré, así sea lo último que haga. Sé que os pido demasiado y que tampoco me conocéis desde hace mucho, pero os puedo garantizar que yo sería capaz de todo por Enrico Falconi. El riesgo es alto, pero si todo resulta según nuestros planes, la recompensa será infinita.

—No tienes ni idea de a quién te enfrentas.

—No —confirmo—. ¿Por qué no me lo decís vosotros?

—Vittorio Veneto era el mejor amigo de Trizzio Falconi... —mi hermano toma la palabra— hasta que este último murió con su esposa en un accidente.

—Enrico y él eran muy cercanos —interviene Paola con la voz temblorosa y silenciosas lágrimas—. Era su tío postizo y cuando el niño se quedó sin familiares vivos, se convirtió en la mejor opción para convertirse en su tutor legal... Pero todo era una pantalla, consiguió engañarnos a todos, incluso a mí —escucho cierto reproche en su voz.

—¿Cómo lo descubristeis? —indago cuando deja de hablar e inmediatamente trago saliva, puesto que ella aprieta los labios al mismo tiempo que empieza a llorar con mayor fuerza—. ¿Paola?

—Nadie lo hizo, más que el propio Enrico...

—Y de la peor manera —intercede su hijo—. Si mamá no hubiera llegado a tiempo...

—¿Qué? —le animo a continuar exasperada—. ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué sucedió? ¿Qué le hizo?

—Habría abusado de él —es Federico quien termina respondiendo, dejándome en shock como nunca antes en mi vida.

Miles de pensamientos se me cruzan por la cabeza y a la vez, el cerebro se me queda en blanco. Comienzo a ver doble, triple... hasta que dejo de distinguir las figuras a mi alrededor y no sé si es por el dolor de cabeza repentino o por las lágrimas acumuladas en mis ojos.

—¿Hablas de...?

—Estuvo a punto de violarlo, Ella —mi hermano confirma mis peores temores.

El estómago comienza a dolerme con los feroces retorcijones en tanto siento cómo la bilis se me sube a la garganta. Pese a la conmoción, obligo a mi cuerpo a moverse con rapidez para llegar a la primera papelera que encuentro y expulsar el desayuno que comí a la fuerza hace más de diez horas.

Princesa de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora