74. EL CENTRO DE MI MUNDO

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Stella Di Lauro

¿Embarazada?

«No, imposible»

De ser así yo lo sabría, ¡me habría dado cuenta! No puedo ser tan estúpida.

Soy una mujer, hija de una doctora y he visto a mi madre embarazarse cuatro veces, no puedo estarlo. Definitivamente no.

—Es una broma, ¿cierto? —pregunto para nadie en específico.  Simplemente es una especie de plegaria al cielo, porque esto no puede jodidamente ser.

Cuando mi novio niega con la cabeza una sensación de que mi mundo se sacude ante mis ojos me estremece de pies a cabeza.

Estiro una mano buscando la suya y enseguida me la devuelve. Cuando nos tocamos es como estar anclados a la felicidad y la seguridad. Las cosas dejan de asustarme y siento que es la pieza del puzzle que me faltaba por encajar.

Eso provoca en mí un toque de Enrico Falconi.

—Estás embarazada, Ella y ninguno de nosotros se dio cuenta.

«Embarazada», la palabra sigue rondando en mi cabeza y me revuelve hasta los intestinos.

—Pero... —no hallo qué decir—, ¡yo no tengo síntomas de embarazada! Me he desmayado por el estrés y he sangrado... —por fin regreso a mis cinco sentidos y veo todo con claridad—. ¡Por Dios, estoy sangrando!

—Tranquila, tranquila —se apresura a detenerme cuando trato de incorporarme una vez más—. No puedes agitarte, ¿vale?

Asiento y me dejo caer otra vez hacia atrás, retomando mi posición.

Analizo en mi mente y sí, sí puede ser. Lo hemos hecho como dementes siempre que hemos podido, e incluso en algunas ocasiones hemos tenido la imprudencia de no usar sin condón.  Nos devoramos y se nos va la pinza de vez en cuando. ¡Yo, la mujer que controla cada paso que da! Sin embargo, eso fue antes de que un play boy pervertido acosador llegara a mi vida.

—Estoy embarazada —murmuro aceptando mi estado y por si fuera poco, él vuelve a reafirmar con un asentimiento—. ¿Cómo es que no estás en shock con esto como yo?

—Lo estuve, créeme —asegura besándome la cabeza—, pero me ha tocado asimilar la noticia a golpes... literalmente.

—¡Oh, Dios! —abro los ojos como platos al recordar la bestia en celo que tengo por padre—. ¡Papá!

—Yo lidio con ello —trata de calmarme con rapidez—. Tú no te preocupes por nada más, ¿de acuerdo?

Los frenéticos latidos de la máquina inundan mis oídos y siento el momento exacto en que el tiempo se paraliza a mi alrededor.

—¿Es su corazón?

—Lo es.

—Un hijo...

Los ojos se me llenan de lágrimas de felicidad. Un sentimiento que nace de mi interior junto a mi bebé. Es algo superlativo y maravilloso que jamás pensé vivir, al menos no en un futuro cercano. Es indescriptible e inexplicable lo que siento.

Por primera vez en mucho tiempo encuentro la paz en esta historia.

Veo a los ojos de mi amor, el padre de mi... bebé y puedo entender en su tierna mirada que se siente igual de pletórico y realizado que yo, pero también asustado.

La sensación de pertenencia y felicidad extrema se acompaña de un pánico increíble por el porvenir del niño debido a mi estado.

—Y es nuestro —mi chico se sienta en la cabecera de la cama para luego besarme la frente con una ternura que no había visto antes ni siquiera en mis padres.

Princesa de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora