Enrico Falconi
La veo entreabrir los labios, ansiando ser tocada por los míos y la piel me escuece queriendo tomarla.
Los ojos azules son apenas unas rendijas y la risa ha desaparecido. Apenas soy consciente del lugar en el que estamos. Cualquiera podría tomar una foto y entonces, el caos de desataría.
¡Joder! Sería tan fácil besarla...
Stella Di Lauro es demasiada tentación para la cordura de cualquier mortal.
Me acerco hasta no dejar ni un centímetro de distancia entre los dos, rozo su boca con la mía sin apartar la vista de sus ojos y...
«No, princesa. Todavía no»
—Ha sido suerte de principiante —comento de buenas a primeras antes de alejarme.
¡Demonios! Casi pierdo el control.
Ella de queda quiera por unos leves segundos, abre y cierra la boca varias veces pero al final se recupera con rapidez.
Me encanta esta mujer, me fascina y no puedo dejar de mirarla. Por eso tengo que irme con cuidado, pues doy un paso en falso y echo todo a la basura.
—Puede ser —se encoge de hombros y aunque la voz se le escucha rara, sabe disimularlo muy bien.
Gira su atención hacia la pista con las manos apoyadas en la baranda con una expresión soñadora y una vez más debo luchar con todas mis fuerzas contra mis propios impulsos para no besarla ni abrazarla.
El magnetismo sexual es demasiado grande y no tengo idea de por cuánto tiempo más podré resistirme a sus encantos, a lo que mi propio cuerpo me pide.
Debido imitar sus acciones y contemplar el gentío que vitorea los nombres de los ganadores mientras en el centro de pista el equipo de organización monta un improvisado podio para las premiaciones.
»O tal vez tengo razón —continúa observándome de reojo por unos instantes al mismo tiempo que despliega una sonrisita maliciosa— y siempre que apueste en tu contra, ganaré.
—«Siempre» es una palabra muy grande, ¿no crees?
Se encoge de hombros despreocupada y disfrutamos de la ceremonia de premios.
¿Por cuánto tiempo me durará esta atracción irrefrenable? ¿Se me quitará cuando obtenga lo que tanto ansío? ¿Qué pasará después de que logre seducirla?
La llevo a recoger las ganancias de su inversión y con una expresión de suficiencia nuestra sus mil pavos como si se tratara de un millón de euros.
Yo no puedo evitar la sonrisa que aparece en mi rostro. Cuando deja ir esa rigidez o actitud hostil, Stella resulta muy agradable y hasta... tierna. ¿Será esa su verdadera naturaleza? ¿Te estás escondiendo, Stella Di Lauro? De ser así, ¿por qué lo haces?
—La próxima vez apostaré mucho más —su dulce voz me saca de mis cavilaciones—. Voy a hacerme rica a tu costa, Enrico Falconi.
—¿Y quién dijo que habría una próxima vez? —le devuelvo sus propias palabras.
La sonrisa se tambalea por unos breves instantes, pero mantiene el porte.
—Tienes razón —guarda el dinero en su bolso antes de acercarse a mí de manera peligrosa. ¿Y ahora qué trata de hacer? Parece que ha dejado de huir—. Supongo que puedo venir con alguien más.
—Sí, pero entonces no sabrías por quién apostar.
—Creo que soy lo suficientemente inteligente como para investigar y escoger mi favorito.
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Princesa de Acero
RomanceElla ha decidido seguir los pasos de su padre y convertirse en la empresaria joven más exitosa de Italia. Por supuesto, para llegar a donde está, debe hacer pequeños sacrificios. Su prioridad número uno es el trabajo, por tanto, para ella no existe...