Stella Di Lauro
—¿Dónde leches tienes la cabeza? —cuestiona antes de tirar de mi mano para prácticamente arrastrarme hasta el auto—. ¿Es que no has aprendido nada de tus errores?
—Papá...
—Solo una tonta iría detrás de ese delincuente pervertido —continúa despotricando— ¡y yo no tengo hijos tontos! No lo pienso permitir.
—¡Papá, escúchame! —me suelto de su agarre con brusquedad—. Sí voy a ir...
—Atrévete —la expresión se le ensombrece y hasta me da la impresión de que su altura de vuelve mayor frente a mis ojos. Adriano Di Lauro es demasiado imponente.
—¿Me dejas terminar? —entrecierro los ojos con los brazos en jarras sin dejarme intimidar—. Voy a ir, pero no sola.
—Estoy viendo por dónde vas y...
—Y me vas a ayudar —le corto—, porque ahora mismo, Dawson es nuestra única pista. Nos ha tendido una trampa y es tiempo de crear una para él.
—Hay otras opciones —objeta malhumorado—, simplemente puedes quedarte en casa mientras dejas a mi equipo trabajar.
—¿Por quién me tomas? —le devuelvo sus propias palabras de hace rato—. Un Di Lauro jamás se queda sentado a esperar que otros le hagan el trabajo.
—¿Entonces qué? —resopla resignado, consciente de que no podrá convencerme—. ¿Realmente quieres hacer esta jugada?
—Es lo que toca —contesto determinada—. Llama a mi tío, tenemos una hora para elaborar un buen plan.
—A tu novio no le va a gustar mucho esto, ¿lo sabes?
—Mi novio está en la cárcel, ¿lo olvidas? —rebato antes de subirme al coche—. ¿Qué esperas para arrancar?
—Hija mía tenía que ser —alcanzo a escuchar entre sus maldiciones murmuradas al mismo tiempo que enciende el motor.
***
Absorbo una gran bocanada de aire antes de comenzar a dar pequeños pasos, sintiendo que estoy caminando por un terreno minado. Sin embargo, la voz de mi padre me detiene una vez más.
—No quiero sorpresitas, Ella —advierte—. Ni se te ocurra hacerte la listilla y cíñete a lo acordado.
—Vale...
—Lleva el teléfono siempre contigo y no lo apagues por nada del mundo —añade—. Y si te ordeno salir, sales de ahí cagando leches.
—También podrías entrar a la casa y romperle la nariz, ¿sabes? —volteo a verle con una ceja enarcada—. Es que todavía no sé cómo es que tiene el rostro sano.
—Créeme, yo tampoco —cierra los ojos como si tratara de buscar serenidad—. Te aseguro que cuando esto termine, le daré la paliza de su vida.
—Eso si Enrico no se te adelanta —alego volviendo a sentir la piedra en el estómago y la opresión en el pecho al pronunciar su nombre.
¿Cómo estará en esa oscura y nada confortable celda?
¿Tendrá frío?
Estoy al tanto de que le han llevado todo lo necesario para dejarlo lo más cómodo posible, pero aún así... No es justo, joder. El hecho de que mi padre, el hombre más poderoso de Florencia, esté aquí jugando a los agentes secretos conmigo, en vez de enfrentar al comisario de la estación para sacar a mi novio de ahí, no me da muchas esperanzas.
—A mí nadie me supera, Ella —salta papá de forma automática—, tenlo siempre en cuenta. Ahora ve antes de que me arrepienta.
Lleno mis pulmones de aire y me encamino hacia la villa. El muy imbécil cree que tiene la partida ganada y ha tenido el descaro de alquilar una lujosa residencia en el mismo centro de la ciudad.
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Princesa de Acero
RomantizmElla ha decidido seguir los pasos de su padre y convertirse en la empresaria joven más exitosa de Italia. Por supuesto, para llegar a donde está, debe hacer pequeños sacrificios. Su prioridad número uno es el trabajo, por tanto, para ella no existe...