Stella Di Lauro
«Mi turno»
¡Joder, me toca!
Tomo una profunda respiración antes de proceder a deshacerme del abrigo y las botas de tacón. Me saco la fina blusa por la cabeza y bajo el vaquero con extrema lentitud.
Me detengo por unos minutos vacilante, pero al final me mentalizo con un largo resoplido.
«Sabes a lo que has venido. Has tomado tu decisión y ahora no hay espacio para la timidez»
Contengo la respiración al mismo tiempo que llevo las manos hacia mi espalda y deshago el broche del sujetador. Sostengo las copas sobre mis pechos por unos segundos para luego dejarlos ir.
Ya está... estoy desnuda, frente a él, al play boy pervertido acosador Enrico Falconi. Me estoy tragando mis propias palabras, pero lo hago con mucho gusto. El cosquilleo que siento en el estómago al ser sometida bajo su escrutinio visual me lo confirma.
»Te falta algo princesita —señala sonriente.
«Las bragas»
¡Joder, joder, joder!
«No vayas a enloquecer ahora, Ella Di Lauro», me reprendo.
«Es solo un trozo de tela y él ya ha tocado esa parte de tu cuerpo antes. ¿Qué más da enseñarla?»
«Deja de dilatar la agonía»
Me destruyo los labios mordiéndolos con nerviosismo a la vez que me lleno de valor para bajar la única prenda que cubre mi cuerpo poco a poco. Por fin toca el suelo y doy un paso hacia adelante apartándola del todo.
Ahora sí, totalmente desnuda y expuesta.
—¿Y ahora qué, señor Falconi? —trato de esconder mis inseguridades con mi gesto impenetrable de siempre.
—Ya te llevé al cielo y descendimos de él —constesta rememorando nuestro viaje en paracaídas—, ahora, voy a enseñarte las estrellas.
Me extiende un brazo hacia el frente y después de un pequeño suspiro —me he dado cuenta de que hago eso a menudo desde que le conocí—, llego hasta él y cumplo mi propia promesa: me dejo llevar.
El agua deliciosa junto a las burbujas estimulan mis partes sensibles, la temperatura es perfecta y sus besos, unidos a sus manos expertas, activan el deseo que me abraza la piel.
No tengo idea de cuánto tiempo transcurre; si segundos, minutos u horas; pues me da la sensación que nos hemos detenido en nuestra propia dimensión, congelada por el frío clima de octubre.
Siento los labios hinchados y mi entrepierna a punto de explotar, pero no dejo de besarle ni de rozar mi intimidad con la suya en ningún momento.
—¿Tienes miedo de mí, Stella? —pregunta separándose de buenas a primeras.
Le observo con fijeza y me pierdo en el color avellana de sus ojos al mismo tiempo que "Not afraid anymore" de la voz de Halsey comienza a retumbar en la estancia. Qué coincidencia, ¿no?
«Este es el destino, esa perra fantasiosa y caprichosa que te pone en el lugar y la hora menos esperada, pero sí la correcta», me parece estar escuchando la voz de mi tía Leah.
—No —contesto al fin con toda seguridad.
—Bien.
De un único impulso nos alza a los dos, caminando hacia la puerta conmigo en volandas.
Mi espalda choca contra el mullido colchón y a partir de ese instante, soy toda sensaciones.
Las caricias en mi abdomen van descendiendo, se deleita en la cara interna de mis muslos y finalmente, llegan a su principal objetivo. Palpa a su antojo sin cesar al mismo tiempo que pasea sus labios por mis mejillas, mi nariz, mi barbilla, baja por el cuello, la clavícula y disfruta torturando cada una de las cimas de mi busto para más tarde regresar a mi boca y hacerme volar con un beso.
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Princesa de Acero
RomanceElla ha decidido seguir los pasos de su padre y convertirse en la empresaria joven más exitosa de Italia. Por supuesto, para llegar a donde está, debe hacer pequeños sacrificios. Su prioridad número uno es el trabajo, por tanto, para ella no existe...