Stella Di Lauro
Me asusta, creo que jamás había visto una expresión tan aterradora en mi padre.
—Papá...
—¡Que salgas, Ella! —exclama fuera de sí y yo me pongo rígida con la cabeza latiendo debido al golpe, mientras mi acompañado se remite a resoplar sin inmutarse.
—Ella, es mejor que salgas —mi tío se asoma a la ventanilla con una cara no muy alentadora, lo cual indica que la situación es bastante seria.
Esta es de esas ocasiones en las que sientes que el planeta completo está en tu contra. Que nadie se pone en tu lugar y todos quieren hacerte sentir una inútil que no consigue lograr nada, cuando tú eres la única capaz de solucionar tu propia mierda.
Emito un pequeño suspiro antes de contener el aliento y salir.
Entonces, mi padre nos sorprende a todos abriendo la puerta del piloto y sacar al Diablo tirando de su ropa.
—Tranquilo, hombre —el otro no ayuda nada a la situación con su sonrisa socarrona.
—¿Tranquilo? —el Magnate de Acero ríe de una manera extraña antes de estampar su puño contra el rostro de su contrincante.
—¡Papá! —jadeo sintiendo el corazón escapárseme por la boca para luego correr hasta ellos.
—¡Mira lo tranquilo que estoy! —exclama él ignorándome y volviendo al ataque. Sin embargo, esta vez su enemigo está preparado y le devuelve el golpe del pómulo en el estómago.
El enfrentamiento comienza al mismo tiempo que mis gritos y ni siquiera puedo ver bien lo que hacen, porque están tan prendidos uno del otro que no consigo distinguir dónde empieza uno y termina el otro.
—¡Parad ya! —continúo chillando desesperada en tanto mi tío me aguanta para impedir que intervenga.
—¡Ella, estate tranquila!
—¡Tenemos que intervenir! —protesto viendo cómo se ruedan sobre el capó del coche.
—Es mejor que no te metas.
—¡¿Pero es que no lo ves?! —señalo hacia el par de neandertales—. ¡Se van a matar!
—Lo hubieras pensado mejor antes de aliarte con el enemigo jurado de tu padre —me reprocha.
Bueno, parece que él tan poco está muy contento con mi decisión.
—¡¿Pero qué enemigo ni ocho cuartos?! —sigo forcejeando—. ¡Papá, detente! ¡Yo lo busqué!
Mi declaración parece detener sus instintos asesinos para convertirme en el blanco de su ira.
—Y encima, ¿te pones de su parte? —me acusa.
Suelto un grito de frustración en respuesta.
—¿Acaso no ves que estoy desesperada? —cuestiono—. ¿No ves hasta el punto de quiebre que hemos llegado? ¿Qué necesitas para entenderlo? ¿Que me maten a mí?
—Jamás lo permitiría...
—¿En serio? —la sonrisa ladeada me sale de manera espontánea—. ¿Cómo mismo impediste el atentado de Enrico?
El dolor cruza su expresión de acero impenetrable y en ese preciso instante me arrepiento de mis palabras, pero no me retracto. Voy a seguir con la idea del Diablo hasta el final y lidiaré con las consecuencias... porque ya no me queda de otra.
—¿Me estás echando la culpa?
—No —niego en el acto—. Simplemente trato de hacerte ver que incluso el Magnate de Acero tiene sus límites. Hay cosas que escapan de tu alcance y luchar contra un enemigo invisible es una de ellas.
ESTÁS LEYENDO
Princesa de Acero
RomanceElla ha decidido seguir los pasos de su padre y convertirse en la empresaria joven más exitosa de Italia. Por supuesto, para llegar a donde está, debe hacer pequeños sacrificios. Su prioridad número uno es el trabajo, por tanto, para ella no existe...