54. TE HE ECHADO DE MENOS

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Stella Di Lauro

Giro sobre mis pies en modo automático y sin siquiera dar un paso, me arrojo a su cuello.

—Estás aquí —la emoción es evidente en mi voz y me percato de que estoy llorando cuando siento la humedad en mi piel.

¿Pero qué me pasa?

¿Desde cuándo me pongo tan sensible?

No suelo comportarme de esta forma, pero simplemente no puedo evitarlo. Demasiadas cosas están sucediendo a mi alrededor y encima, con él lejos.

—Supongo que eso responde mi pregunta —comenta con sorna antes de besarme la cabeza.

—¡Dios! Estás aquí —sollozo al mismo tiempo que trato de contener los hipidos.

Entonces, él toma mi cabeza entre sus manos y me obliga a levantarla para fundir nuestros labios en el más devastador de los besos.

—Estoy aquí, princesita —murmura contra mi boca entre beso y beso, pero sin separarnos en ningún momento— y no pienso ir a ningún lado. Te amo, ¡por un demonio! ¡Te amo tanto, joder!

—Y yo te necesito.

De repente, siento que si no le tengo moriré desangrada.

Le agarro por la corbata y lo atraigo hacia mí paratransmitirle mi desesperación en un beso.

Juro que le oigo gruñir.

¡Por Dios! Quiero devorarlo.

—Ya somos dos —me susurra al oído para luego subirme a su regazo.

Llevo un vestido negro corto que me llega por encima de la rodilla. Los tirantes de espagueti se me deslizan por los hombros y por primera vez esta noche, no me molesto en tratar de recogerlos.

Puedo sentir su calor pinchándome desde el bajo vientre.

Mis dedos arañan su pelo mientras nuestros labios no se despegan.
No es el único que gruñe. Creo que acabo de hacer un sonido al unísono.

No deberíamos.

No podemos.

No en un pasillo en medio del club.
No en un lugar público donde cualquiera pueda ver lo que estamos haciendo.

Pero... lo quiero. No puedo detener el fuego que me consume la piel.

Me muerde el labio inferior y yo gimo.

La música cubre mis ruidos, pero estoy segura de que él puede oír cada sonido que hago.

Me separa las piernas y explora lo que se esconde bajo mi falda. Tantea mis bragas.

¿Se da cuenta de que están empapadas por su culpa?

Por el rugido que suelta junto a la mordida en mi labio inferior puedo deducir que sí.

Sus dedos son ásperos y rápidos, empujando mis bragas hacia un lado. No estoy segura de que no haya rasgado el delicado material de encaje.

Su boca se acerca a mi oreja, su aliento me hace cosquillas y me excita.

—Estás mojada para mí, princesita. Esta parte de tu cuerpo también me ha echado de menos, ¿eh?

La forma en que lo dice hace que todo en mí se estremezca.

Me pellizca el palpitante nudo, enviando una onda expansiva a través de mí directamente a mi núcleo.

Me cuesta concentrarme, mantener los ojos abiertos. Mi respiración se ha hecho más profunda. Cada respiración sale como un jadeo.

Princesa de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora