EXTRA 1M

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Federico Di Lauro

El olor a tabaco encerrado en el club, se mezcla con el sabor exquisito del bourbon que me acaricia los labios. 

Baja otro trago por mi garganta y sigo mirando como Lindsey se abre de piernas frente al tubo de  metal y no deja de mirarme, haciendo saber que baila solo para mí. 

Como si me importara. 

No es que no me guste, de hecho, es lo más parecido a una relación estable que he tenido en mi vida. Son pocas las mujeres con las cuales repito y sin embargo, con Lindsey llevo años metido en este juego de caricias, provocaciones y noches de pasión. 

Me gusta, regreso a ella una y otra vez porque no he encontrado una química sexual igual a la que tengo con ella. Sabe lo que me gusta, me conoce tanto como se conoce a sí misma y yo, conozco cada punto sensible de su cuerpo. Sé exactamente dónde tocar y sé cómo llevarnos a ambos hasta ese frenesí en el cual se convierte nuestro deseo. 

Podría decirse que es mi favorita, pero yo no puedo darle más que placer. Las emociones hacia las mujeres, para mí quedan reservadas únicamente para las de mi familia. Mi padre cree que no estoy al tanto de su mayor secreto, pero se equivoca. Le he descubierto... y de la peor manera. 

Esa maldita mujer... El día que conocí su verdadera cara algo se rompió en mí y con el pasar de los años, no he logrado reconstruirlo... y tengo la sensación de que jamás lo haré. 

Me ha convertido en la sombra de lo que fue, porque ahora soy un hombre tan incapaz de amar como ella. 

Soy consciente de que Lindsey desea más, en el fondo aún guarda la esperanza de que los términos de nuestra relación cambien. Si embargo, eso nunca pasará. Yo no venero mujeres y no me pongo a los pies de ninguna.

Siento mucho no ser lo que ellas buscan, pero siempre soy claro desde el principio. Yo no quiero y no me entrego a nadie más que a mí.

Mientras suelto la ceniza de mi cigarrillo en el cenicero, pienso en el siguiente movimiento para alejar sus fantasías. Soy un gilipollas porque pese a saber de sus sentimientos, no estoy dispuesto a dejarla ir, el placer que compartimos al estar juntos es demasiado grande como para renunciar a él. 

Y hoy, cuando tengo a mi mejor amigo entre la vida y la muerte y me ha tocado sostener a mi única hermana mientras de hace pedazos frente a mis ojos, necesito distraerme más que nunca. 

Sin embargo, necesito que entienda que no hay más de que lo ve: un tipo frío que solo puede calentar su cuerpo, pero nunca su corazón.

Mi familia es conocida por la templanza y la dureza de acero que ostenta y yo no estoy exento. Algunos llevan el metal en el nombre, pero yo lo llevo en el corazón. Un corazón de acero inoxidable e impenetrable... aunque sí existe alguien que por pequeños instantes logra tocar la superficie.

Cuando veo sus ojos oscuros, me siento desnudo y es algo insano, enfermo, incorrecto... La lista podría seguir, más de una persona querría matarme —incluyendo a mi propio padre— por los pensamientos pervertidos que surgen en mi cerebro cada vez que la tengo a menos de cien metros de distancia. 

Por eso pongo distancia y huyo de ella como si tuviera la peste bubónica, porque «prohibido» se queda corto para definir lo que es ella para un hombre como yo. 

Irracional, inconcebible, inalcanzable... tres palabras que nunca han tenido tanto significado para mí. 

No puedo permitir que me toque, me hable o me mire, porque podría fragmentar la coraza de metal que me cubre y eso... sería desatar el Apocalipsis. 

Así que aquí me quedo, nadando entre las piernas de la mujer que se entrega a mí y a la que puedo tomar cuantas veces me apetezca sin tener cargos de conciencia. Me quedo con Lindsey, porque a su lado puedo seguir siendo Federico Di Lauro, Corazón de Acero. 

Un millón de lecturas... Veo el número y me cuesta creerlo.
Gracias por hacer este sueño realidad.
Un millón de besos.

Princesa de AceroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora