CAPITULO 177

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NARRA ROBERT

Para mí fue impresionante ver tanta sangre regada en el suelo y manchando la chaqueta de Danko. La voz de Alessandro me sacó de mis cavilaciones

—Robert, mira, creo que son pisadas y parece que además hay huellas de pequeñas ruedas (lo dijo señalando hacia el suelo) Mira aquí se ve esas ruedas no tan profundas y más acá se las ve mucho más profundas, como si... como si llevaran un gran peso encima

Al ver bien esas huellas reconocí lo que era, ya que por mi profesión había visto muchas veces esas huellas de ruedas y exclamé

—Son huellas de una camilla, por eso se ven que hay unas poco profundas y otras más profundas

Fije mi vista en Alessandro para hablar dubitativo mientras observa a los alrededores

—Pero, ¿cómo llegaron esas huellas aquí? Que yo sepa por este lugar no vive nadie

Las sirenas de las patrullas se escuchaban cada vez más cerca. Nos movimos de ahí para recibir a los demás. Mi tío salió de una patrulla y habló

—Ya llegamos, comenzaremos con la búsqueda

Exclame rápidamente

—Tío, acá encontramos huellas de hombres y de una camilla. Aunque no se ve que fuesen hacia la carretera, sino hacia allá— dije señalando hacia la arboleda—, pero, creo que nadie vive por aquí

Mi tío ordenó que buscaran hasta debajo de las piedras. Mi tío, Alessandro y yo, continuamos caminando hacia la arboleda; ya habían pasado varios minutos, cuando de improviso, ladridos de perros se escucharon en la lejanía. Nos miramos y comenzamos a correr hacia el ruido de los perros.

Cada vez más cerca, mi corazón galopaba como un caballo. Alcanzamos a ver un claro detrás de los árboles y se veía una cabaña muy grande. Perros caminaban de un lado a otro, ladraban mucho, hasta que yo, sin querer, pise imprudentemente una ramita y esos perros fijaron sus ojos hacia nosotros. Comenzaron a mirarnos con cautela gruñendo amenazadoramente

Daban un paso hacia delante sin quitarnos las miradas, sus gruñidos eran mucho más fuertes, hasta que comenzaron a ladrar nuevamente casi corriendo hacia nosotros, con sus fauces abiertas enseñando sus colmillos. Frenaron de repente sin dejar de ladrar; ya sus ladridos eran estridentes. Nos quedamos inmóviles ahí, para no darles motivos para atacarnos. Sin embargo, parecía que estaban muy bien entrenados

Al bajar la mirada me percaté de que ahí estaban unas huellas de ruedas pequeñas, las mismas que había visto mucho más atrás. Toqué el hombro de mi tío mientras señalaba esas huellas y había otras de zapatos. Estaba por decir algo, cuando escuchamos un silbido y los perros se sentaron en el mismo lugar donde estaban

Estaban inmóviles ahí, entonces la puerta de esa cabaña se abrió y salieron dos hombres que al vernos se acercaban armados con escopetas y uno de ellos indagó

—¿Quiénes son ustedes? ¿y qué hacen aquí?

El otro recalcó con suficiencia

—¡Esto es propiedad privada!

Mi tío se adelantó para decir enseñando su placa policial

—Buenas tardes, soy el comandante de policía, estamos buscando a una persona, un hombre llamado Danko, que... sufrió un accidente por aquí cerca

Yo continúo hablando con ellos

—Buenas tardes, soy el oficial Robert. Danko es un hombre muy grande y seguimos el GPS que tiene en su moto, la cual vimos que está destrozada. Llegamos aquí por estas huellas

LOS FETICHES DE MI PADREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora