El aire olía a sal y sangre mientras los barcos se acercaban al estrecho de Blackwater Bay. Los preparativos estaban listos: la flota de Rocadragón navegaba con firmeza, y en los cielos, los dragones alzaban su vuelo. Lucenya lideraba la avanzada sobre Valkar, cuyas escamas negras relucían como una sombra imponente. A su lado, Jacaerys montaba a Vermax, con una mirada fija y decidida.Lucenya sentía el peso del peligro, no solo por la batalla que estaba por librarse, sino también por el secreto que llevaba consigo. Cada rugido de Valkar resonaba en su pecho, recordándole lo frágil de su situación. Pero no podía detenerse. No podía retroceder.
Horas antes, en la sala del trono de Rocadragón, Rhaenyra había intentado razonar con su hija.
—Lucenya, estás tomando demasiados riesgos —dijo, su tono grave mientras observaba el mapa marcado con planes de ataque—. No puedes enfrentarte a Aegon y Alicent de esta manera. Jaehaera es importante, pero ¿a qué costo?
Lucenya había levantado la mirada, firme.
—Madre, Jaehaera es mi hija. Si no lucho por ella, ¿quién lo hará? ¿Aegon? ¿El hombre que permitió que me arrebataran a Baelor?Rhaenyra suspiró, pero no respondió. Sabía que Lucenya no cedería. Su voluntad era tan inquebrantable como el acero valyrio.
En el horizonte, las velas verdes de la flota de Aegon aparecieron como heraldos de guerra. Valkar rugió, y Lucenya lo acarició suavemente, susurrándole palabras de aliento. Jacaerys la miró desde Vermax.
—Cuando todo termine, iremos por Jaehaera juntos —le dijo, su voz serena pero firme.
Lucenya asintió, pero en su interior, el miedo la corroía. No por sí misma, sino por lo que podría perder.
Los barcos chocaron en un estruendo de madera y fuego. Flechas encendidas surcaban el cielo, pero los dragones respondían con fuego puro. Valkar, conocido como el Devorador de Almas, se lanzó sobre la cubierta de uno de los barcos enemigos, arrancando mástiles y destruyendo tripulaciones enteras con sus fauces.
Jacaerys y Vermax atacaban al otro extremo de la flota, cubriendo a Lucenya. Pero entonces, desde el cielo, un rugido familiar resonó. Sunfyre, el dragón dorado de Aegon, apareció en la distancia.
Aegon había venido personalmente.
Aegon observó desde lo alto de Sunfyre a Lucenya y Valkar. Su corazón se retorcía al verla, sabiendo que estaba viva, pero también consciente de que estaban en bandos opuestos. No pudo evitar gritarle, su voz desesperada entre el caos.
—¡Lucenya! ¡No tienes que hacer esto! ¡Jaehaera está segura conmigo!
Lucenya giró a ver a Aegon, sus ojos llameando de ira y dolor.
—¡Jaehaera no estará segura hasta que esté conmigo! ¡Es mi hija, no un peón de tus juegos políticos!Aegon sintió su corazón romperse de nuevo. Sabía que no había forma de convencerla, pero tampoco podía permitir que todo se desmoronara.
Valkar y Sunfyre chocaron en el aire, sus rugidos resonando como truenos. Lucenya y Aegon estaban en una danza mortal, cada uno tratando de superar al otro. Abajo, la batalla en el agua continuaba ferozmente.
En un giro inesperado, una flecha alcanzó a Valkar en el ala, haciendo que el dragón tambaleara. Lucenya apenas logró mantener el control, pero el golpe hizo que sus fuerzas menguaran. Desde el otro extremo, Jacaerys vio lo que ocurría y gritó desesperado:
—¡Lucenya, retírate!
Ella no respondió. Sus ojos estaban fijos en Aegon, quien también parecía luchar contra sí mismo. Sunfyre dudó un segundo, como reflejo de su jinete.
Lucenya sabía que la batalla aún no estaba ganada, pero su objetivo no era vencer a Aegon. Era recuperar a su hija, aunque eso significara enfrentarse al hombre que alguna vez amó.
A medida que la batalla rugía a su alrededor, Lucenya sintió un dolor agudo en su abdomen. Por un momento, su visión se nubló, pero apretó los dientes y continuó. Valkar, herido pero determinado, rugió una última vez mientras se lanzaba en picada hacia la flota enemiga, con Lucenya montándolo, lista para desafiar a todos por Jaehaera.
Desde lo alto, Aegon observó con el corazón destrozado. Él no sabía si podría detenerla, pero algo en su interior le decía que esta guerra no terminaría sin que ambos lo perdieran todo.
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Crowns Of Fire
Science FictionUna historia de dolor, redención y el futuro de la Casa Targaryen. En medio de la guerra y la traición, Lucenya debe encontrar la paz para su corazón dividido, mientras el destino de su familia y su legado penden de un hilo.