En Rocadragón, la vida no había sido fácil para Lucenya, a pesar de estar rodeada por su familia. Su regreso había sido un milagro para Rhaenyra y Jacaerys, pero también había traído consigo un peso de dolor y pérdida. Lucenya no podía evitar sentir el vacío dejado por Jaehaera, su hija, y el hombre que había compartido con ella algunos de los momentos más profundos y contradictorios de su vida: Aegon.Mientras tanto, en King's Landing, Aegon no era el mismo. Su confianza se había desmoronado junto con su relación con Lucenya. El pueblo, que una vez lo había tolerado como rey, ahora lo culpaba abiertamente por la aparente muerte y posterior desaparición de la reina. Se escuchaban susurros de traición en los mercados y hasta en los pasillos del Red Keep. Para ellos, Aegon había fallado como esposo, como rey y como protector de la corona.
En la sala del trono de Rocadragón, Rhaenyra miraba a su hija con una mezcla de orgullo y preocupación. Lucenya se había transformado; el dolor de la guerra y la pérdida la habían convertido en una mujer de acero, pero aún veía en sus ojos la joven que había amado profundamente a Jacaerys y que había compartido momentos de amor con Aegon.
—Estás viva, y por eso doy gracias a los dioses cada día —le dijo Rhaenyra mientras colocaba una mano en su hombro—. Pero el fuego que veo en ti... hija, temo lo que eso pueda significar.
—Lo hago todo por Jaehaera —respondió, con voz firme—. No descansaré hasta tenerla en mis brazos.
Rhaenyra asintió, pero la angustia en su rostro era evidente. Sabía que el amor por Jaehaera era una fuerza poderosa, pero también sabía que la conexión de Lucenya con Aegon complicaría cualquier intento de recuperarla.
En King's Landing, Aegon dedicaba todo su tiempo a Jaehaera. La niña había comenzado a notar la tristeza en los ojos de su padre, aunque no entendía del todo por qué. Aegon, por su parte, se esforzaba por ocultarle su sufrimiento.
—Papá, ¿mamá no nos quiere? —preguntó la niña una tarde, mientras jugaban en los jardines del Red Keep.
Aegon sintió que el corazón se le rompía nuevamente. ¿Cómo podía explicarle la complejidad de lo que había ocurrido sin herirla aún más? Se inclinó para estar a su altura y tomó sus pequeñas manos entre las suyas.
—Tu madre te ama más de lo que jamás podrías imaginar —le aseguró, con la voz temblorosa—. Y yo también. Siempre estaremos contigo, pase lo que pase.
Aunque Jaehaera sonrió, Aegon sintió que sus palabras eran vacías. Su propia culpa y arrepentimiento lo consumían.
En Rocadragón, Lucenya y Jacaerys se sentaron juntos en una de las torres que miraban al mar. Habían pasado días desde que Lucenya confesó sus sentimientos a Jacaerys, y aunque el amor entre ellos seguía intacto, las decisiones que debían tomar pesaban sobre ambos.
—Sabes que Aegon no se detendrá —dijo Jacaerys, con la mirada fija en el horizonte—. No dejará que te lleves a Jaehaera sin luchar.
Lucenya asintió, aunque su corazón se apretaba al pensar en el hombre que aún ocupaba un rincón de su alma.
—No espero que sea fácil —respondió—. Pero no puedo dejar a mi hija en King's Landing. No mientras la guerra continúe y mientras él...
Lucenya no terminó la frase. Sabía que Aegon amaba a Jaehaera, pero también sabía que su presencia en el Red Keep era un riesgo constante.
—¿Y qué hay de nosotros? —preguntó Jacaerys, volviendo la mirada hacia ella—. ¿Estás lista para dejar todo atrás, incluso a él?
Lucenya no respondió de inmediato. Aunque su amor por Jacaerys era innegable, una parte de ella aún se debatía. Aegon había sido su esposo, el padre de su hija, y alguien que, a pesar de todo, la había amado profundamente.
—Lo único que sé —dijo finalmente— es que no puedo abandonar a Jaehaera.
Aegon, por su parte, comenzó a recibir informes de que Lucenya podría intentar recuperar a su hija. Aunque la idea lo aterraba, no podía evitar sentirse aliviado de saber que ella aún se preocupaba por Jaehaera. Sin embargo, cada pensamiento sobre su posible regreso iba acompañado de la certeza de que ella nunca volvería a él.
El consejo verde comenzó a discutir estrategias para reforzar la seguridad en el Red Keep, pero Aegon los interrumpió.
—Si Lucenya viene por nuestra hija, no se la negaré —anunció, para sorpresa de todos—. No lucharé contra ella.
El consejo protestó, pero Aegon permaneció firme. Sabía que su amor por Lucenya y Jaehaera era más importante que cualquier juego político.
Mientras tanto, en Rocadragón, Lucenya se preparaba para tomar una decisión que cambiaría el destino de todos. Sabía que el camino de regreso a King's Landing sería peligroso, pero estaba lista para enfrentarlo, sin importar las consecuencias.
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Crowns Of Fire
Science FictionUna historia de dolor, redención y el futuro de la Casa Targaryen. En medio de la guerra y la traición, Lucenya debe encontrar la paz para su corazón dividido, mientras el destino de su familia y su legado penden de un hilo.