Capítulo 83: Corazones Rotos en el Fuego

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Lucenya sentía el peso de cada palabra que escapaba de sus labios mientras luchaba contra Aegon. Su corazón estaba dividido, pero su lealtad estaba clara. Había tomado una decisión, aunque sabía que destrozaría a quien alguna vez había amado profundamente.

-Te lo dije, Aegon. Nunca debiste confiar en mí. Mi corazón no es tuyo... siempre ha sido de Jacaerys. -Su voz resonó, fría pero quebrada, mientras su espada chocaba con la de Aegon.

Los ojos de Aegon se llenaron de incredulidad y dolor, como si esas palabras lo hubieran atravesado más que cualquier arma.

-¿Por qué? ¿Por qué me haces esto? ¡Te amé, Lucenya! Te lo di todo. El eco de su grito se perdió en la tormenta que rugía alrededor. Pero el dolor se transformó en rabia, y su espada respondió con un golpe impulsado por la desesperación.

En un momento de descuido, la hoja de Aegon encontró su objetivo, hiriendo a Lucenya en el abdomen. La sangre comenzó a empapar su ropa, pero Lucenya no cayó. A pesar del dolor, su fuerza permanecía intacta, su determinación aún ardiendo.

Al mismo tiempo, en los cielos, el rugido de los dragones anunciaba el clímax de otro enfrentamiento. Jacaerys, lleno de ira y venganza, se lanzó contra Aemond, su espada brillando como un rayo.

-¡Esto es por Lucerys! -gritó, con lágrimas en sus ojos mientras atravesaba el ojo de Aemond con un golpe certero.

Aemond soltó un grito de agonía, pero en un último acto de voluntad, levantó su espada y la hundió en el pecho de Jacaerys. Ambos, rivales hasta el final, cayeron de sus dragones, sus cuerpos desapareciendo en las profundidades de la batalla.

Lucenya, ignorante del destino de Jacaerys, apretó los dientes y se aferró a su espada. Su mente solo pensaba en sobrevivir y proteger lo que quedaba de su familia. Aegon, viendo la sangre que brotaba de su herida, pareció vacilar. El hombre que alguna vez la amó con devoción se encontraba ahora frente a ella, dividido entre el deber y el amor.

Pero en ese momento, Lucenya cayó de rodillas, el dolor finalmente alcanzándola.

-Jacaerys... está a salvo... -susurró para sí misma, convencida de que su amor había triunfado.

Aegon se acercó a ella, su espada todavía en mano, pero no fue capaz de dar el golpe final. Su mirada estaba cargada de confusión y culpa, incapaz de procesar lo que había hecho.

-Lucenya... yo... no quería... murmuró, pero sus palabras no encontraron respuesta.

Mientras la batalla se apagaba, los ejércitos se retiraban y los cielos quedaban en silencio. El cuerpo de Jacaerys yacía inmóvil en el suelo, su rostro en paz, creyendo hasta el último momento que había salvado a Lucenya. Aemond, su enemigo, yacía cerca, ambos sellando su destino con un último acto de odio y sangre.

Jacaerys yacıa inmovil en el suelo, su rostro en paz, creyendo hasta el último momento que había salvado a Lucenya. Aemond, su enemigo, yacía cerca, ambos sellando su destino con un último acto de odio y sangre.

Lucenya no sabía nada de esto. Solo sentía la herida en su cuerpo y el vacío en su alma. Su amor estaba allá afuera, en algún lugar, y con cada respiración, se aferraba a la esperanza de que lo volvería a ver.

Lucenya estaba a punto de caer al suelo, su visión oscureciéndose mientras la sangre empapa la tierra. Y en su mente, solo un pensamiento: "Jacaerys...".

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