Capítulo 47

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   No puedo evitar que mi mente divague por todos los rincones posibles. ¿Estará Snow torturando a Finnick y quiere que yo lo vea todo?

   ¿Querrá que le haga algo malo a Finnick para demostrarle mi lealtad?

—Señorita Saphira —Me llama el Agente de la Paz—. Debe estar tranquila, Odair está en perfecto estado.

   Recorremos el largo camino hacia la entrada de la Gran Mansión del Presidente Snow. Por un jardín lleno de diferentes y hermosas flores genéticamente alteradas que son demasiado perfectas para ser "salvajes".

—¿En verdad? —Le pregunto, a punto de saltar de felicidad—, no estará usted mintiendo, ¿o sí?

   Él se quita el casco y puedo ver un gran parentesco a alguien que conozco... sin más no logro adivinarlo. Tiene cabello castaño, es alto y musculoso, con ojos negros penetrantes que podrían hacer temblar del miedo a cualquier mujer, e incluso hombres.

—No, señorita, nunca le mentiría. No se le deben decir mentiras a los dioses. Mucho menos a la Diosa del Capitolio, Saphira Abernathy.

Hay momentos en los que la gente del Capitolio me asusta, llamarme una "Diosa" por mi belleza, o mi popularidad está del todo mal. No soy una Diosa, estoy muy lejos de serlo.

—Pues entonces, muchas gracias por escoltarme, joven... —Arrastro la última palabra al no saber su nombre. Mientras cruzamos la enorme puerta, cada vez falta menos para ver a mi amor.

— Alexander Dernan —Abro la boca, preparada para preguntar el parentesco con Russel Dernan—, soy el hermano pequeño del próximo Jefe de los Agentes de la Paz. Él me ha contado maravillas de ti.

—Sí, me imagino —Respondo sarcástica, ya estamos en el segundo piso de esta gran mansión—, de seguro le ha contado a todo el mundo con lujos de detalles lo que hicimos esa noche.

   Él frunce el ceño suavemente, pero una sonrisita burlona nace en su rostro.

—Está muy equivocada. Él no ha hablado con nadie sobre esa noche. Sólo dio las entrevistas para salvarle el pellejo —Oh, así que, de todas maneras, es un buen hombre—. Cómo sabrá, mi hermano tiene contactos en el Distrito 12 y de eso me ha hablado él, de lo caritativa que es. De sus hazañas en su hogar.

—¿Por eso me has ayudado el día en que los Juegos comenzaron? —Susurro ya que cada vez nos acercamos más a la puerta donde el Presidente y Finnick -eso espero- se encuentran—. También le avisaste a Snow que me iban a golpear. Te agradezco por eso, hoy no estaríamos teniendo esta conversación si no los hubieras detenido.

—Sí, en parte te he ayudado por esa razón —No alcanzo a preguntar lo otro, ya que estamos frente a la puerta—. Aunque, el Capitolio está realmente preocupado por ti, Diosa. Yo quería ver un poco de esperanza en esos hermosos ojos plata.

   Agacho mi cabeza, sonrío levemente y le agradezco en un susurro, un poco apenada. No suelo ser vergonzosa, pero él me ha puesto muy nerviosa.

   La puerta se abre y lo primero que noto son las grandes bibliotecas llenas de libros con más de cien años, los cuales Snow manda a renovar cada diez, para que ninguno se estropee. Adornada con perfectos muebles ubicados en sus lugares correctos. Entonces veo lo que me esperaba, un horroroso Snow que se encuentra sentado en frente de mi amado Finnick.

   Mis ojos brillan de felicidad al verlo sano y salvo, con todas sus extremidades en buen estado, ni un rasguño. Quiero correr hacia él y abrazarlo, pero no puedo hacerlo frente al Presidente. Los dos se levantan, incluso Finn tiene un cierto toque de inquietud en sus ojos, no puedo evitar preguntarme sobre qué han hablado.

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora