Capítulo 7 [2]

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  Corro hasta que mis pulmones sienten que no entra ni una pizca de oxígeno, a esta altura, Finnick y Mags ya se deben haber enterado de que no estoy en la casa con ellos y de seguro me están buscando. Si mi marido es lo suficientemente inteligente, si piensa con la mente en frío, sabrá a donde me dirijo. Aunque, debe estar tan preocupado por lo que soy capaz de hacer.

   La arena se hace paso entre mis dedos y acelero mis movimientos, cada paso que doy, es una prenda que voy desprendiendo hasta quedarme en ropa interior. La manta de Mags, mi camiseta, los pantalones ajustados. Hubiera tirado mis zapatos, pero salí de casa sin ellos, no había tiempo para buscarlos, debía escapar.

   El agua me saluda y yo le correspondo con un escalofrío, la noche es fría al igual que el océano. Aminoro mis pasos cuando mis caderas están cubiertas, por lo cual me sumerjo. El mar tapa mis oídos, solo puedo escuchar mis pulsaciones, los movimientos para cada vez ir más a lo hondo, necesito nadar más rápido antes de que él me encuentre.

   Será como un juego, puedo mantener la respiración por mucho tiempo, al igual que él. A lo largo de veinte años, hemos sido los mejores nadadores del Distrito, sin importar que yo no viviese aquí, nadie puede superarnos en cuanto al nado. Yo soy como Finnick, pero en versión mujer, puedo usar el tridente de la misma forma que él, ni mejor ni peor. Puedo pescar, nadar, tejer redes y armar nudos a la misma velocidad, somos idénticos. Quizás por eso se enamoró de mí.

   Sin embargo... si mi corazón deja de latir, Mags irá a los Juegos y por ende, morirá. No, no puedo permitir eso, no soy tan egoísta. Dejaré de existir de la forma más digna, como debería haberlo hecho junto a los 23 participantes de mis pesadillas. Estoy decidida, no me derrumbaré.

   Vuelvo a la superficie para respirar y él me descubre, demonios. Podemos estar a veinte metros de distancia, pero puedo describir cada una de sus emociones ahora mismo, rabia, preocupación, impotencia, miedo. Un miedo como el que tenía Tonn hace unas horas, mis ojos se llenan de lágrimas al pensar en él, el chico de ojos verde mar teme porque yo acabe con mi vida ahora mismo. Cuando me sumerjo otra vez para escapar, de reojo no puedo ver a mi marido, ya está viniendo hacia mí.

   Me hundo lo más rápido que puedo, pero cada vez puedo escuchar el sonido de sus brazadas antes que el océano desplegando sus olas, está muy cerca. Literalmente arriba mío, nado con todas mis fuerzas, hay alrededor unos catorce metros de profundidad. Los oídos comienzan a taparse debido a la presión que implica nadar hacia abajo. Me estoy quedando sin aire cuando una mano se cierra en torno a mi tobillo, me ha alcanzado. Grito ante la sorpresa, soltando todo el aire que tenía contenido y no puedo evitar tragar agua.

   Mi amado pececito nos lleva a la superficie, donde logro escupir todo el agua que mis pulmones recibieron. Tengo que recalcar lo horrible que es la sensación de tener líquido en estos, espero que nunca más se repita.

—¡Saphira, no me hagas esto, te lo ruego! —Solloza del terror mientras nada lentamente hacia la playa conmigo entre sus fornidos brazos—. Eres lo único que me queda, por favor, no puedo vivir sin ti.

   No puedo ser tan mala con él, ahora mismo debo disfrutar cada segundo que tengo, serán preciados.

—No lo haré, lo prometo —Exclamo alto para que me escuche. Al ver que sus brazadas son descoordinadas, me suelto de sus brazos y nado por mi misma. Dándole la seguridad de que no escaparé.

   Cuando llegamos a la playa y la arena raspa mis rodillas, nos arrastramos hasta llegar a la orilla. Me dejo caer embarrándome la cara, sin despegar la mirada del amor de mi vida, que está en las mismas condiciones que yo. Respiramos agitados, con los nervios a punta a punta, no estamos cansados por nadar. Él está intentando apaciguar su terror al aceptar que yo no me he ahogado, aunque me hubiese arrepentido en el último momento.

—¿Por qué? —Cuestiona entre agitadas respiraciones con la espuma de mar chocándonos los talones hasta llegar a nuestros tobillos.

—¿Puedes oírlo? Tengo muchas cosas en mi mente —Levanto mi mano y la apoyo en su mejilla. Me estoy volviendo una desquiciada—. No puedo respirar, ¿puedes oír eso también?

 No puedo respirar, ¿puedes oír eso también?

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—Créeme que estoy igual o peor que tú. Siento las mismas ganas de que el mar me consuma para no volver allí. Eres tú la que me mantiene a flote. ¿Qué hubiera pasado si hubiera llegado tarde? Si te pasara algo... —Se corta a si mismo—. Te seguiría hasta el fin del mundo, Phira. Si tu dejas de respirar, igual lo haré yo.

   Suelto un suspiro mientras que las lágrimas caen a la arena, fundiéndose con el agua salada.

—Cava mi tumba poco profunda, no es a mí a quien salvarás —Canto ante su mirada abatida—. Porque yo soy una causa perdida.

—Nunca fuimos bienvenidos aquí, en absoluto —Tararea a mi par, mientras dejamos que las gotas saladas salgan de nuestros ojos—. No.

   Me acerco a su pecho y él me recibe entre sus brazos, recostándome en uno de sus pectorales

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   Me acerco a su pecho y él me recibe entre sus brazos, recostándome en uno de sus pectorales.

—Intenta oír mi voz —Comienzo escuchando sus rápidos latidos al tiempo en el que mis lágrimas empapan más su cuerpo—, puedes irte, ahora es tu elección.

—No pienso moverme de tu lado —Afirma apretándome más a él. Como he podido hacerle esto...—. No me abandones, Saphira.

—Sí tu vida está en riesgo, lo haré —Respondo decidida. Él quería que dijera "Nunca", como siempre lo hago. No debo ser tan mala con él, está sufriendo al igual que yo. Dios mío, estoy comportándome como una perra—. Aún si no estoy a tu lado, quiero que sepas que nunca te abandonaré.

—No sabes cuanto me satisface oírlo, sin embargo, no dejaré que mueras, cariño.

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora