Saphira 《Finnick Odair》

Epílogo del primer libro

—Espero que no me deje plantada en el altar, señor Odair —Murmura mi princesa—  No quiero hacer el ridículo el día de mi boda.

   Es muy gratificante saber que tiene un buen sentido del humor, como siempre, a pesar de todo. Ahí está ella, mi Phira. Mi preciosa y dulce Saphira sonriendo ante la adversidad, ocultando con una risita su pena y su dolor por lo ocurrido en el Capitolio.

—¡Por favor! —Exclamo entre risas y alejándome unos pasos porque Tigris ya va a regañarme por seguir estando cerca de ella cuando se supone que tiene que estar en la tina—. No voy a dejarla sola y menos plantada, señorita Abernathy. Finnick Odair nunca rompe sus promesas. Además tengo miedo de que Haymitch y Peeta destruyan mi hermoso rostro.

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   El lugar de la boda es simple, nada comparado a lo que el Capitolio podría planear del todo, sin embargo es perfecto. No podía imaginarlo mejor, los invitados que según Madge, la hija del alcalde, son como ciento cincuenta van vestidos con ropas normales pero bien arreglados van colocándose en sus asientos para ver la boda. Tigris sigue dando indicaciones a las últimas decoraciones que están hechas del follaje del otoño y comienza a sonar una leve música de un coro de niños del Distrito 4, seguidos por el violinista del doce. 

   John, el prometido de Annie, dirige nuestra ceremonia, por lo que sé, su padre realizaba las ceremonias en el 4 antes de morir. 

   Estoy esperando la llegada de Saphira cuando a lo lejos observo cómo Mags comienza a recibir a los invitados y a ubicarlos a los que quedan, la música sigue sonando y es Peeta Mellark quien se coloca a mi lado hasta que mi futura mujer llegue.

   Me agrada Peeta, he admirado la forma en que arriesgó su vida por Katniss en sus juegos. Es una lástima que ella le haya roto el corazón en mil pedazos. Es palpable el amor que siente, cuando ella ahora mismo está sentada junto a su primo Gale. Miro al panadero en complicidad, su mirada me dice que mi princesa está bien y que lo estará.

   En los segundos que pasan, observo la llegada de una delgada y alta muchacha vestida de blanco con ciertos retoques dorados, acompañada por su padre adoptivo, Haymitch Abernathy.