Capítulo 4 [2]

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   Finn, Annie, John, Mags y yo nos encontramos esperándolos unos diez minutos hasta que deciden dejarlos salir. Estoy tan absorta en mis pensamientos que lo único que me despierta de mi ensoñación son los fornidos brazos de Peeta los cuales me estrechan haciendo que me tambalee hacia atrás. Sus hombros sueltan espasmos que me indican que está llorando, algo fuerte ha ocurrido y debemos conversarlo.

   Mientras acaricio la cabeza de mi amigo, le doy una pequeña mirada a Finnick la cual capta en el momento y entretiene a Haymitch y Katniss para mostrarles el Distrito. Yo empujo a mi mejor amigo hacia el lado contrario, a la playa. Pero a un lugar donde nadie nos molestará. Es de noche, y los vencedores no tenemos toque de queda hoy, así que podré enseñarle el mar, aunque me habría gustado hacerlo de día.

—Sácate los zapatos —Ordeno luego de un largo tiempo de caminata en silencio, necesito saber qué es lo que lo tiene tan mal—. Se siente bien la sensación de la arena entre tus pies, ¿verdad?

   Asiente esta vez más motivado, robándome una gran sonrisa. He fantaseado tanto tiempo con mostrarle este sitio. Sin ningún pudor, me quito el vestido por encima de la cabeza y ante su mirada expectante, me zambullo en el mar, provocando que lo último que mis oídos escuchen antes de ser ensordecidos por el agua, sean las risas del rubio mientras se quita la ropa para quedarse solo en calzoncillos.

   Después de unos minutos en donde chapoteamos y nos salpicamos con el agua, la gran confesión sale a la luz

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   Después de unos minutos en donde chapoteamos y nos salpicamos con el agua, la gran confesión sale a la luz.

—Debo casarme con Katniss para convencer a Snow.

—O matará a tu familia y la suya —Continúo asegurando más que nada las palabras del Presidente para mí misma

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—O matará a tu familia y la suya —Continúo asegurando más que nada las palabras del Presidente para mí misma.

—¿Cómo lo sabes?

   Dejo de flotar por un segundo y me dejo hundir, para ser rápidamente levantada por debajo de los hombros por Peeta. Su mirada expectante me observa con terror.

—Porque Coriolanus me ha pedido ayuda, y Peeta, ella está en grave peligro.

   En un acto desesperado, se jala mechones de su empapado cabello para luego taparse la cara con sus gigantes manos.

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora