Capítulo 54

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   Ha pasado una hora, cuando Cato cae al suelo y los mutos lo arrastran al interior de la Cornucopia. 《Ahora deben matarlo》 pienso, pero no se oye ningún cañonazo.

   Cae la noche, suena el himno, y la imagen de Cato no sale en el cielo; lanza leves gemidos desde dentro de la Cornucopia y sus signos vitales indican que le queda poco tiempo, está en completo rojo. Se puede notar que sopla un helado aire por la llanura, los Juegos no han terminado y puede que tarden mucho tiempo en acabar. 

—No se ha acabado —Hablo despues de un rato, asimilándolo—, pueden morir de hipotermia.

   Peeta tiene la cara gris a la pálida luz de la luna. No han luchado por tanto como para perder la vida justo ahora.

—¿Tienes frío? —Le pregunta a la castaña.

   Se baja la cremallera de la chaqueta y se mete dentro con él. Así se está un poco mejor, al menos así se ve. Comparten el calor de sus cuerpos dentro de la doble capa de chaquetas, pero la noche es joven y la temperatura seguirá descendiendo.

—Puede que Cato acabe ganando —Le susurra Katniss.

—No digas eso —Responde, subiéndole la capucha, aunque él tiembla aún más que ella.

   Las horas siguientes son las peores, Cato todavía no muere.

—¿Por qué no lo matan y ya está? —Le cuestiona a Peeta.

—Ya sabes por qué —Se acerca más a ella.

   Y es cierto: ahora ningún telespectador está despegado de la pantalla. Desde el punto de vista de los Vigilantes, esto es lo último en espectáculos.

   Mi posición reclinada en la silla con las manos en la boca lleva horas. No he movido ningún pelo desde hace un largo tiempo.

   Al final oigo susurrar a mi rubio que el sol está saliendo.  En cualquier caso, no se ha oído el cañonazo. La castaña pega la oreja al cuerno y supongo que distingue la débil voz de Cato.

—Creo que está más cerca. Katniss, ¿puedes dispararle?

   Lo conseguirá, está muy cerca de la entrada. Así que suelta la flecha. Cuando se arrastra hasta el borde del cuerno y se asoma, Peeta le sujeta para que no se caiga.

   Tarda unos segundos en encontrar a Cato en la penumbra, en la sangre. Después, el desollado pedazo de carne que antes era su enemigo emite un sonido y ve dónde tiene la boca. Me congelo instantáneamente, ha dicho por favor.

   Ella guía la flecha a su cabeza y Peeta la sube de nuevo y allí se quedan, arco en mano, con el carcaj vacío.

—¿Le has dado? —Le susurra. El cañonazo le responde—. Entonces, hemos ganado, Katniss —Añade, sin emoción.

—Bien por nosotros —Consigue decir, aunque en su voz no se nota la alegría por la victoria. Debe cuidar su tono si quiere salir viva de esto.

   En ese momento se abre un agujero en la llanura y, como si siguieran órdenes, los mutos que quedan vivos saltan en él, desaparecen en el interior y la tierra vuelve a cerrarse.

   Todos esperamos a que llegue el aerodeslizador para llevarse los restos de Cato, a que suenen las trompetas de la victoria, pero nada.

—¡Eh! ¿Qué está pasando?—Grita Peeta al aire—.  Quizá sea por el cadáver, quizá tengamos que apartarnos.

   Recuerdo mis Juegos, en el momento en el que el cañon de la chica del 1 sonó, las trompetas no se hicieron de esperar, me sacaron en el momento.

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora