Capítulo 3 [2]

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   Ha pasado una semana desde mi cumpleaños y en alrededor media hora el tren donde Haymitch, Katniss y Peeta se encuentran, abordará en el andén de mi nuevo hogar. Muero de ansias por verlos, por contarles mi nueva vida aquí. Actualizarme con las disputas en los Distritos, enterarme de que ha sido la relación entre los trágicos amantes del Distrito 12. Demonios, no tengo idea de lo que está pasando con mis vencedores.

—¿En qué piensas? —Pregunta Finnick tomándome de la mano y dejando un beso en mi sien. Se pueden escuchar leves suspiros de las adolescentes que ansían estar con él o encontrar a alguien que las trate tal y como él lo hace conmigo.

—En el mensaje del Presidente Snow, temo por ellos —Respondo lo más bajo posible, recordando lo ocurrido hace sólo dos horas.

|Flashback|

¡Adiós, Annie! —Me despido de mi amiga antes de salir de su casa. Saludo con la cabeza a mis vecinos, los otros tres vencedores masculinos del Distrito 4.

   Raramente, no soy muy apegada a ellos, de vez en cuando intercambio palabras con Tonn, un joven de veintiséis años con piel morena, pelo negro como el carbón y ojos marrones como el café. Es buena persona, me cae muy bien e incluso hace chistes que te hacen soltar lágrimas de la risa. He intentado varias veces invitarlo a casa, pero se niega a salir de la suya. Sólo se la pasa sentado en su porche todo el día, como si estuviera esperando algo que nunca llegará.

   Koned, que creo que está entrando en los cuarenta años, vive con el otro vencedor, Leusi, que fue mi mentor en mis Juegos

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   Koned, que creo que está entrando en los cuarenta años, vive con el otro vencedor, Leusi, que fue mi mentor en mis Juegos. Con ellos realmente nunca he hablado luego de mi Victoria, siempre que me acerco a ellos, rápidamente se meten dentro de su casa o se levantan para irse hacia el centro del Distrito. Luego de intentarlo al menos unas diez veces, me doy por vencida y le hago caso a Finnick, quien me explicó que ellos realmente piensan que soy una discípula de Snow, al igual que él.

   Entro a casa y para mi gran sorpresa diviso a mi marido recostado en el sofá, bellamente dormido. Lo había despertado antes de ir a casa de mi castaña amiga, al parecer solo ha realizado cortos pasos hasta el sofá y cayó dormido. Me acerco a él y me siento a su lado. De cerca, todo su rostro parece ser de porcelana, la perfección de sus facciones, sus pestañas que parecen pelirrojas ante los leves rayos del sol que se cuelan por la ventana.

—Despierta, mi pececito —Susurro antes de depositar un corto beso en sus labios para ver una sonrisa gatuna que comienza a nacer en su cara—. El bebé está pateando.

   Sus ojos se abren al instante y salta del sofá, cayendo al suelo con un gran estruendo. Se levanta rápidamente y apoya su gran mano en mi vientre de forma salvaje, como si fuera algo que no se quiere perder... Hago todo lo posible para contener las carcajadas, pero no lo consigo y estallo en risas. Así que grita como damisela en apuros.

—¡Oh, que malvada eres! —Se queja con los brazos en su cintura, mirándome expectante

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—¡Oh, que malvada eres! —Se queja con los brazos en su cintura, mirándome expectante. No puedo tomármelo serio ya que está en calzoncillos y con todo su cabello revuelto que parece un niño enfurecido con su madre por no poder ir a pescar.

—¡No puede ser, Finnick! —Me abrazo con los brazos para intentar detener mi risa—. Deberías haberte visto.

—Es que, por un momento en verdad pensé que estábamos esperando a un bebé y no quería perderme esa etapa tan especial donde comienza a comunicarse con sus padres —Confiesa todo con un puchero a lo que yo me levanto y lo rodeo con los brazos dejando muchos besitos en su cuello, es malditamente tierno cuando se lo propone—. Me gustaría tener hijos contigo cuando la Revolución estalle y Panem sea libre.

—Te juro que cuando eso ocurra... —Comienzo con una sonrisa gigante al haberme conmovido con sus hermosas palabras—. Te daré todos los hijos que desees.

—¿Los que yo desee? —Cuestiona feliz—. Llenaríamos toda la casa.

—No me opongo a eso, mientras no me abandones —Lo acuso en broma, pero su expresión se convierte en una seria y me estrecha entre sus brazos, acercándome a él.

—Nunca.

   Nos quedamos como bobos mirándonos fijamente hasta que escuchamos que nuestra pantalla emite un sonido en especial... un mensaje del Presidente Snow. Vacilante, Finnick toma el control y aprieta el botón para darle inicio a algo tan importante.

—Buenos días, señorita Aber- lo siento, Odair. Apuesto a que también se encuentra con su marido, por lo que no le daré vueltas al tema e iré al grano. Confío plentamente en usted para que ayude a Katniss Everdeen con su problema —Me acerco un poco a la pantalla, para ver cierta pizca de preocupación en su mirada. Oh, ¿la chica en llamas atenta contra su poder? Yo sé todo sobre los rebeldes—. Cómo sé que usted nunca me podría fallar, le pido por favor que la controle. Si no es así, tendré que anunciar unas cuantas muertes en los seres queridos de la joven. Los castigos en los Distritos ya están siendo impuestos, presiento que usted marcará la diferencia con Everdeen, la escuchará.

|Fin Flashback|


   En efecto, Katniss y Peeta salen a hablar en cuestión de segundos, y me fijo en sus vestimentas antes de todo. Ella lleva unas mallas negras, una camisa rosa pastel, un pañuelo de un tono más claro y una chaqueta que le llega por las rodillas de estampado de flores.

   Peeta lleva una camisa blanca de cuello de pico debajo de un jersey burdeos con hombreras verdes, unos pantalones vaqueros claros y unas botas por encima del tobillo. Está muy apuesto, y además con el pelo algo despeinado parece mucho más moderno.

   Finnick me aprieta la mano nuevamente, haciendo que le mire. Me sonríe justo antes de que Katniss empiece a hablar, con unos ramos en la mano que le ha dado Rosie, la hija del alcalde del Distrito. Le aprieto aún más el brazo, fingiendo tener frío ante las ostentosas y calurosas vestimentas que usan los trágicos amantes. Él se ríe por lo bajo, pero no dice nada.

   Mi marido también está muy guapo, con una camiseta blanca, con una camisa negra desabrochada y unos pantalones negros. Las zapatillas y el pelo peinado a la perfección como sólo él sabe, no hacen otra cosa que darle un aspecto más joven, que me encanta.

   Yo, por otro lado llevo un vestido a cuadros grises, negros y blancos y con unas botas bajas con tacón no me ayudan a estar cómoda, pero sé que si me caigo, Finnick me sujetará.

—No conocimos mucho a Tom ni a Sarah, pero pensamos que, de haber aguantado hasta el final, habrían sido unos muy buenos competidores. Yo sólo vi a Tom una vez en la Cornucopia, y lo único que recuerdo es ver su sangre a través de las armas —Dice Katniss, leyendo un papel que tiene en las manos, y sin apenas una emoción, pero por su expresión parece que quiera decir otra cosa, liberarse de sus ataduras. Pero no lo hace y lo agradezco.

   Siguen hablando unos minutos más, sobre nuestro Distrito, sobre cómo querían haber venido antes, pero que no tuvieron ninguna oportunidad. Luego se dan un beso y hablan de nosotros, los recién casados vencedores del Distrito. Dicen que somos como su modelo a seguir.

   Sonríen los dos, y, con los ramos en la mano, se meten en el Edificio de Justicia, y no les vemos hasta por la noche. 

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora