Capítulo 8 [2]

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   Al despertar es como si todo volviera a la normalidad, Finnick duerme hasta las diez de la mañana y cuando despierta, lo sorprendo con un desayuno en la cama.

   Rápidamente, él termina de tomar el zumo de naranja, se coloca unos pantalones cortos y una camisa para arrastrarme a casa de la vencedora mayor. Todos se encuentran allí, al menos nos estaban esperando. Mags, Annie, incluso John que ni siquiera es un vencedor. Suertudo.

—Ya sabéis porqué nos hemos reunido —Aclara mi pececito, quien se ha autoproclamado líder de la reunión después de unos minutos de silencio. Está bien, porque no me siento preparada para hablar.

   ¿Qué debo decir? Ayer me volví loca y asesiné a golpes a uno de los vecinos porque mató a sangre fría a uno de mis amigos, lo siento. Mmm... no lo creo, no se pueden pedir disculpas por eso. Además de que no me disculparé por algo de lo que no me siento culpable.

   El ambiente es muy tenso, lo odio.

   Es tenso porque esta reunión es completamente ilegal. Es tenso porque vamos a decidir quién vive y quien muere, a sangre fría. 

   Pero es mejor así. Sabré a quien enterrarle mi tridente sin vacilar.

   La pelirroja de mi amiga mira a la pared y se tambalea adelante hacia atrás tal cual como niño traumatizado, su prometido intenta tranquilizarla. Joder, ¿Cómo se supone que la dejemos ir a los Juegos si ya se encuentra así?

   Queramos o no, ella ya no está en condiciones de hacer o decir algo coherente. Lo único que podemos hacer es amarla y sostenerla en sus peores momentos, ella nos pagará con lo mismo y mucho más.

   Mags me mira amargamente a los ojos, reprochándose. Me abstengo a decirle que me deje de fulminar con sus intensos ojos, siento que me está reclamando algo por haberme vuelto "majara" la noche anterior.

—¿Volverás a los Juegos, Finn? —Pregunta Annie en un susurro aterrado y tiembla cuando mi marido asiente—. ¿Quién te acompañará?

—Mags lo hará —Responde sin más, mi mirada atónita se dirige hacia la señora que lo crió, no, no, no puedo dejar que vuelva. La necesito como mentora, no aguantaré verlos detrás de una pantalla.

 La necesito como mentora, no aguantaré verlos detrás de una pantalla

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—No, yo iré. Haremos una alianza a los que estén a favor de la Revolución. Los que no, apenas suene el gong y yo tome mi tridente, volverán envueltos en caoba, en ataúdes.

   Finn se ríe sarcásticamente y con sus brazos cruzados me enfrenta, a lo que yo frunzo el ceño. Yo lo amo, quiero mantenerlo vivo, llevar a Mags es un suicidio para ella y una muerte segura para él mismo.

—¿Matarás a tu preciado Gloss si no está de nuestro lado, cariño? Quizás vuelve en un ataúd de diamantes.

—¿Matarás a tu preciado Gloss si no está de nuestro lado, cariño? Quizás vuelve en un ataúd de diamantes

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   Decido ignorar su comentario arrogante y les hablo a los presentes. Pues claro, estúpido, mataría hasta a mis padres con tal de mantenerte vivo. Si yo sobrevivo es otro tema, me concentro con el plan A.

—El gimnasio permanecerá abierto para todos los vencedores, somos cuatro. Finnick y yo ganaremos peso y trabajaremos en nuestra resistencia mientras que practicamos con las armas que menos nos favorecen. Tenemos seis meses para engordar, tonificar y armar un plan. Ustedes pueden enseñarnos todo lo que sepan de supervivencia, Mags, debo volver a aprender como hacer anzuelos con cualquier objeto. Luego, dentro de los Juegos, deberás patrocinarnos. De seguro a Finn y a mi se nos ocurre algo para tener más patrocinio.

—¿Usarás nuestra relación para sobrevivir? ¿Cómo Katniss y Peeta?

—Tómalo como quieras, haré todo lo posible para que salgas vivo del Vasallaje —Todo esto es una mierda—. Oh dios, hubiera preferido ir con Koned, ahí si que podría haberlo asesinado de mejor manera.

   Apenas acabo de hablar, soy embestida por Finnick, quien ya está frente a mí, con una expresión que me aterra. Parece otro hombre, sus ojeras son más oscuras y las bolsas debajo de sus ahora oscuros ojos están hinchadas. Sus labios sangran por habérselos mordido de los nervios, apuesto a que si los probara ahora mismo su boca sabría a su roja, espesa y metálica sangre.

—¡¿Qué es lo que no entra en tu cabezota de que no irás?! —Sus manos apresan fuertemente mis caderas a cada lado, creo que sus dedos y mi carne se harán uno si sigue ajustando más fuerte su agarre en mí. Me trago mi orgullo y me aguanto el dolor, no dejaré que me gane, yo ya lo he decidido. No habrá nada que me haga cambiar de opinión.

—¡No me importa, Finnick Odair! Mags no irá porque necesitará reconfortarte cuando yo no esté, así cuando... me superes, estará a tu lado para que formes una familia y tengas muchos hijos, los que siempre quisiste —Las lágrimas caen a sus brazos, no puedo apartar la mirada de sus ojos, los cuales también lloran haciendo que nuestras gotas se fundan entre ellas, empapándonos.

   La anciana se encuentra a medio metro de nosotros, rogándole a Finnick que me suelte, que me lastima. Este último está embobado en mis palabras, tratando de procesarlas. Yo, cada vez siento a mi cuerpo más liviano, perderé el conocimiento.

—Yo... no quiero a otra mujer, te quiero a ti, eres tú con quien yo quiero tener hijos —Deja escapar un sollozo desgarrador cuando John lo toma de los hombros y le ordena que me suelte. Él lo hace y yo no puedo evitar subir mi camiseta al sentir que todo el cuerpo me comienza a quemar, me estoy ahogando entre el fuego de esta maldita Revolución—. Mira en lo que nos ha convertido nuestro apreciado Snow.

   Señala aterrorizado de él mismo a mi vientre, no, a mis caderas y cuando bajo la mirada me siento desfallecer. Manchas rojas se desvanecen para comenzar a tornarse moradas, me recorren toda la cintura. Finn... él lo ha hecho. Me limpio las lágrimas con el dorso de mi manga y rechazo la ayuda de Mags y de Annie. No puedo respirar. John se lo ha llevado fuera, pero esta discusión no ha terminado, tengo que decirle que pase lo que pase no lo veré morir.

   Así que me escapo de las médicas manos de las dos mujeres y me dirijo hacia la puerta, cruzo el umbral y intento enfrentarlo. Aunque se me parte el corazón verlo en este estado, arrodillado en sí mismo, hecho una bola en el suelo, sollozando destrozado, murmurando de que ya no tiene opción, que no hay manera de convencerme. John intentaba levantarlo hasta que me vio salir.

   Cruzo parte del porche, pero sin bajar los cinco escalones de la casa, quedándome parada en el más alto. Debo tirar la bomba y dar por terminada la discusión.

—No te culpo por lo que has hecho —Le hago saber a la vez que toco mis llameantes costados—

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—No te culpo por lo que has hecho —Le hago saber a la vez que toco mis llameantes costados—. Sólo, déjame cumplir mi promesa, si muero, quiero hacerlo en tus bra...

 Y caí desmayada al áspero suelo. Una caída de cinco escalones, mi cabeza dolerá cuando despierte, porque lo último que escuché fue el sordo ruido del impacto de mi cabeza contra el pavimento.

No quería terminar la discusión de esta forma.

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora