Capítulo 20 [3]

4.4K 269 39
                                    


    A mitad de camino por las escaleras, mi cara se encuentra con una cadena colgando y tiro de ella, iluminando el escondite con una bombilla fluorescente parpadeante. Es una pequeña bodega sin puertas ni ventanas. Poco profunda y ancha. Probablemente, sólo una franja entre los dos sótanos reales. Un lugar cuya existencia podía pasar desapercibida a menos que tuvieras un ojo agudo para las dimensiones. Hace frío y está húmedo, con pilas de pieles que supongo que no han visto la luz del día en años. A menos que Tigris nos delate, no creo que nadie nos encuentre aquí. En el momento en que alcanzo el suelo de cemento, mis compañeros están en los escalones. El panel se desliza en su lugar. Escucho el perchero de ropa interior ajustándose sobre las chirriantes ruedas. Tigris está de vuelta a su taburete. Hemos sido tragados por su tienda.

   Justo a tiempo, también, porque Gale se ve al borde del colapso. Hacemos un lecho de pieles, para quitarle los estratos de las armas, y le ayudamos a ponerse de espaldas. Al final de la bodega, hay un grifo a un pie del suelo con un desagüe debajo de él. Giro la llave y, después de mucho chisporroteo y un montón de oxido, agua limpia empieza a fluir. Nosotros limpiamos la herida del cuello de Gale y me doy cuenta de que las vendas no serán suficientes. Va a necesitar unas cuantas puntadas. Hay un hilo y aguja estéril en el botiquín de primeros auxilios, pero lo que nos falta es un curandero. Por mi mente pasa Tigris alistándose. Como estilista, ella debe saber cómo trabajar con una aguja. Pero eso no dejaría a nadie manejando la tienda, y ella ya está haciendo suficiente. Acepto que soy probablemente la más calificada para el trabajo, apreto los dientes, y hago una línea de suturas dentadas. No es bonito pero es funcional. Lo froto con la medicina y lo envuelvo. Le doy unos calmantes.

—Descansa ahora. Es seguro aquí —le digo. Él se apaga como una luz.

   Noto cómo Finnick se despierta, todos menos Gale lo observamos, pero no llora, no grita, no hace nada. Tan sólo le da vueltas a algo en sus manos, el anillo de compromiso de Phira, lo reconozco al instante. Está vacío, no le queda más nada dentro, su única razón de vivir ha dejado de respirar.

   Mientras Cressida y Pollux hacen nidos de piel para cada uno de nosotros, atiendo las muñecas de Peeta. Enjuago la sangre, poniendo antiséptico y un vendaje debajo de los puños.

—Hay que mantenerlos limpios, de lo contrario la infección puede propagarse y...

—Sé lo que es el envenenamiento de la sangre, Katniss —dice Peeta—. Incluso si mi madre no es una sanadora.

—¿Me dijiste lo mismo en los primeros Juegos del Hambre? ¿Real o no real?

—¿Me dijiste lo mismo en los primeros Juegos del Hambre? ¿Real o no real?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


—Real —responde—. ¿Y arriesgaste tu vida consiguiendo la medicina que me salvó?

—Real —me encojo de hombros—. Tú eras la razón por la que estaba viva para hacerlo.

—¿Era yo? —El comentario lo arroja a la confusión. Algún recuerdo brillante debe estar luchando por su atención, porque su cuerpo se pone tenso y se raspa las muñecas recién vendadas contra las esposas de metal. Entonces saca toda la energía de su cuerpo—. Estoy tan cansado, Katniss.

Saphira 《Finnick Odair》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora