27: Familia Périda.

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F A M I L I A 
P É R I D A

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Extremadamente Guapo.

Esas fueron las únicas palabras que vinieron a mi cabeza cuando lo vi por completo. Su atuendo no era del todo informal, vestía una camisa con  las mangas arrugadas hasta los codos, sobre ella un chaleco suelto y un Jean negro que hacía juego con su chaleco.

Repito.

Extremadamente Guapo.

Aparte tenía un perfume que al llegar a mis fosas nasales, tenía que hacer un gran esfuerzo a abstenerme de suspirar con placer.

— Nina, te ves.. — Jadeó un poco — hermosa. — Dijo al fin, una preciosa sonrisa en su rostro.

— G-gracias. — Sonreí nerviosa.

Se aclararon la garganta a nuestro lado, rompiendo la burbuja de nuestro alrededor y logrando que volvieramos a la realidad.

— ¿A qué hora volverás? — Me preguntó mi mamá, la responsable de nuestra interrupción.

— No se preocupe Sra. Ana, volverá antes de las diez. — Se apresuró en contestar por mí, Gastón.

Mi mamá tan solo se limitó a  asentir en  respuesta y besó castamente mi mejilla, despidiéndome.

— Genial, que se diviertan. — Agregó por su lado, Luna.

Nos despedimos sonrientes de las chicas en rápidas palabras, pues íbamos algo tarde y el chofer ya se encontraba afuera en espera de nosotros.

— Te ves hermosa, Nina. — Fue lo primero que dijo Gastón al salir, dejando un beso en mis labios y entrelazando nuestros dedos.

Sonrío.

— Muchas Gracias. — Le contesté de igual manera, absorta en su rostro.

Entonces, después de minutos observando la linda sonrisa que se trazaba en su semblante, me di cuenta de que siempre era él quien hacía los cumplidos, quien tomaba la iniciativa de saludarme con un dulce beso o  quien enlazaba nuestras manos, me di cuenta que siempre era él quien daba todo en nuestra relación. Y darme cuenta de eso me hizo sentir mal, pues él también merecía uno que otro cumplido, merecía que fuera yo quien tomara la iniciativa algunas veces, merecía que yo me esforzara. Todo eso lo impedía mi timidez, pero también merecía que intentara dejar la vergüenza de lado.

— Nina... ¿Nina? ¿Estás ahí? — No respondí, simplemente me puse de puntitas y dejé un casto beso en sus labios

— Vos también estás muy guapo. — Le dije al separarnos.

La sonrisa que ya tenía en su rostro creció de manera inevitable, una enorme sonrisa que hizo qué mi corazón se acelerara.

Entramos al auto, así que al cabo de algunos minutos de observar la ventana de mi lado y él observar la de su lado, busqué su mano para entrelazarla con la mía.

— Te amo. — Manifesté sin previo aviso, sorprendiéndolo notoriamente. Y es que era la primera vez que se lo decía sin que él lo dijera primero y yo contestara tan solo un "Yo también" Además de que yo también me había sorprendido, las palabras habían salido por si solas, sin tiempo a retenerlas. Y tampoco es que las hubiese retenido, si hubiese podido.

Simplemente tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora